Cuando la Selección Panameña de Fútbol compite en un torneo internacional importante, la pasión y el fervor patriótico se apoderan de la nación. Es un momento en el que los ciudadanos dejan de lado sus diferencias y se unen por un objetivo común: apoyar a nuestro equipo.
La emoción se siente en cada rincón del país. Las calles se llenan de banderas, camisetas y gorras con los colores de la selección. Los restaurantes, bares, casinos y hogares se convierten en verdaderos templos del fútbol, donde la gente se reúne para pasar un rato ameno y apoyar a su Panamá.
Cada gol, cada jugada, cada atajada se vive con una intensidad indescriptible. Los corazones se aceleran, y la adrenalina recorre las venas de los fanáticos. Cuando el equipo nacional anota un gol, llega el éxtasis y los gritos al aire no acaban. Un sentimiento único.
Incluso aquellos que no son seguidores habituales del fútbol se contagian de la emoción y se suman en cierta manera al sentimiento nacional. Los lugares de trabajo detienen momentáneamente las funciones para seguir los partidos.
Cuando la selección nacional logra avanzar en el torneo, la euforia y el orgullo nacional alcanzan niveles que pocas veces se ven. En esos momentos, el fútbol se convierte en mucho más que un simple deporte o patear un balón. Es un símbolo de identidad y unión de un pueblo con su selección, que tantas alegrías y tristezas les ha provocado.
