Los héroes, como los mártires del 9 de Enero, dejaron un mensaje claro: la soberanía no se regala ni se negocia. Se defiende con determinación y amor por nuestra patria. Son palabras del sermón del arzobispo Ulloa.
‘Este legado -sustenta el prelado- nos exige a todos continuar siendo vigilantes, comprometidos, responsables, para preservar lo que con tanto sacrificio hemos logrado’.
Para Ulloa, solo la unidad será el escudo ante las amenazas que ponen a prueba nuestra fortaleza, y que ‘nuestra fe en Dios nos guíe, nos dé la fuerza necesaria para afrontar cualquier adversidad’.
Juntos, con unidad, con determinación, construiremos un futuro con justicia social, prosperidad y soberanía para las generaciones venideras.
La voz del pueblo es la voz de Dios, expone el obispo, y demanda que los panameños mostremos, una vez más, que somos una sola patria, firme, unida, clamando por el respeto y la dignidad de nuestra nación.
Defender la soberanía es nuestra misión como panameños. Defenderla no solo de entes externos, sino de la realidad interna en la que vivimos. Defenderla de la corrupción, del juegavivo, de la falta de una verdadera justicia, de la impunidad.
No solo debe ser defendida del mundo exterior. Tenemos que defenderla de los ataques desde adentro.
Panamá soberano no solo beneficia a nuestra generación, sino que asegura un país próspero y digno para los hijos de Dios, pondera Ulloa.
‘Un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. Pero un pueblo que la honra está destinado a trascenderla’, pondera.
Ante la tormentosa crisis imperante, sustenta: nuestros gobiernos han fallado: la corrupción y la falta de justicia son indignantes.
Panamá es más que su clase política. Panamá no solo son sus malos hijos, que la venden al mejor postor. Panamá es su historia, su gente, su dignidad, reflexiona el arzobispo.