- viernes 26 de septiembre de 2014 - 12:00 AM
¡Por Dios, somos seres humanos!
Resulta insólito que mientras la región de Azuero padece una crisis de suministro de agua potable por la contaminación del río La Villa por parte de industrias que arrojan químicos a la principal toma de agua de la región, en la Asamblea Nacional de Diputados se discuta sobre el uso de banderitas alusivas al país de origen de sus portadores.
De momento, la xenofobia parece tomarse algunos sectores del país. No obstante, lo que parece una simple reflexión por parte de algunos ciudadanos que consideran determinada posición, podría terminar en un juego peligroso de confrontación social. El crecimiento económico del país depende en gran medida de la producción y de la mano de obra dispuesta a trabajar.
Una cosa es un proceso de regularización migratoria frente a la realidad de decenas de miles de extranjeros en Panamá y otra muy distinta es que genere un negocio a partir de un procedimiento administrativo del Estado. Elementos de juicio básicos se omiten, para dar lugar al intercambio monetario por un carné de residencia o un permiso de trabajo temporal.
Trabajar no es un pecado, tampoco ganarse la vida honestamente. La ilegalidad prefiere siempre la clandestinidad. Hoy son los extranjeros recién llegados, mañana serán los negros, pasado los chinos, después serán los indostanés, más tarde los musulmanes y luego los judíos. Cuando no queden más grupos para atacar, la xenofobia será contra los indígenas nativos, para luego darnos cuenta que nos hemos atacado unos a otros, haciéndonos mucho daño.
El desarrollo económico en todas partes del mundo trae consigo un efecto migratorio. Las grandes naciones experimentan este proceso. El crecimiento de Panamá atrae a hombres y mujeres en busca de oportunidad en esta tierra. Esto no se podrá detener. En lugar de que diputados charlatanes presenten leyes de corte xenofóbicas, deberíamos plantearnos cómo mejorar el sistema educativo oficial para garantizar mejores oportunidades para una población que vive en un país que nació globalizado. ¡Por Dios, somos seres humanos!
Periodista