Ayer, 1 de mayo de 2024, los trabajadores panameños enfrentamos a un escenario sombrío lleno de angustia, incertidumbre y desasosiego. Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, recordamos a los héroes y mártires de Chicago que lucharon por la jornada laboral de 8 horas, organizándose valientemente en condiciones laborales adversas y jornadas extenuantes. En aquel entonces, los sindicatos aún considerados ilegales y perseguidos, emergieron como bastiones de la justicia social tras años de sacrificio y lucha.
Actualmente, la represión hacia los sindicatos continúa, y Panamá es un claro ejemplo. Incidentes como la clausura ilegal de las cuentas del SUNTRACS y la violación del convenio colectivo por parte de la Universidad de Panamá en perjuicio del sindicato mayoritario SINTUP, son testimonios de represalias contra quienes defienden la justicia social y se oponen a la venta de la patria y la minería a cielo abierto.
Además, enfrentamos retos modernos como la automatización, la inteligencia artificial y la economía Gig, que han transformado el paisaje laboral introduciendo formas de trabajo precarias los contratos temporales y el freelance. Estos cambios, junto a políticas neoliberales y la globalización, han creado una nueva clase de trabajadores en estado absoluto de indefensión.
Ante un próximo gobierno que heredará un país en bancarrota y problemas estructurales arraigados, se vislumbran amenazas de políticas más represivas y autoritarias contra el movimiento sindical. La respuesta de los obreros será una lucha incansable contra la corrupción y por una distribución más justa de la riqueza, en uno de los países con mayor desigualdad del mundo.