Quince años, deportista, el hijo de María Córdoba padeció un viacrucis ante de fallecer. Buscó ayuda y esta llegó tarde.
El joven, en compañía de su madre, fue en busca de atención al Complejo Metropolitano de Salud, al Hospital del Niño, al Hospital Santo Tomás y a una clínica privada, para finalmente fallecer por complicaciones por dengue hemorrágico en el Hospital Dr. Rafael Estévez, de Aguadulce.
Según declara el MINSA: “El joven ingresó al hospital para la toma de placa aproximadamente a las 8 de la mañana y tres horas después fue practicada, y a medianoche fue llamado para reevaluación y no se presentó.”
Quien ha sentido la desesperación por la demora en su atención o a un familiar en el cuarto de urgencias de algún hospital público o de la Caja de Seguro Social entiende la agonía que padecen pacientes y familiares por las largas esperas, muchas veces, causadas por temas burocráticos, como un cambio de turno; otras veces se deja penando al paciente, abusando de su condición de paciencia, hasta dar vuelta al reloj en espera de un médico especialista que lo atienda.
Yo puedo hablar de mis duras experiencias por demoras injustificadas en el cuarto de urgencias de la CSS. A este joven se le negó la atención médica oportuna por asuntos administrativos y, cuando buscó ayuda dentro del sistema de salud, la atención se demoró hasta su muerte.
¿Por qué tanta demora? ¿Hubiera sobrevivido con una pronta atención médica? Lo cierto que este joven falleció como un mártir de un sistema de salud perverso donde la atención sanitaria no es igual para todos (aunque me digan que las generalizaciones son odiosas). Esto nunca debió ocurrir.