- martes 22 de octubre de 2024 - 12:00 AM
Cuántas veces escuché a los abuelos decir: “Hijo, cuando estás arriba en posiciones de mando, sé humilde; y cuando estés abajo, mantén tu dignidad”. Sin embargo, mi experiencia me ha mostrado algo diferente. He visto cómo quienes alcanzan el poder sufren una mutación abominable creyendo que tienen a Dios agarrado por las plumas del buche.
Antes pensaba que el poder traía consigo algún elixir o conjuro misterioso que corrompía a las personas. Hoy sé que el poder no es la causa del cambio, sino que simplemente revela lo que ya estaba en su interior: soberbia, prepotencia y desprecio.
El poder es efímero. Al igual que el pavo real que despliega sus plumas con orgullo, pronto se queda desnudo ante la realidad. Aquellos que lo adulaban por conveniencia se irán, y lo que queda es el humilde plumero. El poder no transforma; desenmascara. Muestra la altivez, los complejos y resentimientos de quienes ocupan posiciones circunstanciales, olvidando que la vida es cíclica. Lo que hoy parece eterno, mañana será solo un recuerdo.
Como dice la Biblia: “Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará” (Gálatas 6:7). La vida nos devuelve lo que damos, y aquellos que sembraron soberbia cosecharán soledad.
