• viernes 26 de diciembre de 2025 - 4:30 PM

Cuando la política se roba el juego

El ejemplo más reciente es la cacareada Serie de las Américas

Hay quienes todavía insisten en que la política debe estar completamente divorciada del deporte. La teoría suena bonita, casi romántica. La realidad, en cambio, se empeña todos los días en demostrar lo contrario. Y lo hace sin pudor.

El ejemplo más reciente es la cacareada Serie de las Américas. Un torneo que originalmente estaba programado para realizarse en Panamá y que, tras idas, vueltas y silencios incómodos, terminó mudándose a Venezuela, donde se jugará del 11 al 17 de febrero de 2026.

Hasta ahí, el cambio de sede podría entenderse como parte de la logística deportiva.

El problema aparece cuando se revisan las condiciones: Venezuela será anfitriona con un equipo que no pertenece a su propia liga profesional y sin jugadores afiliados al sistema de las Grandes Ligas, al no formar parte del Winter League Agreement.

Un detalle nada menor en un torneo que aspira a proyección internacional.

La Serie de las Américas reunirá a los campeones de Argentina, Curazao, Colombia, Nicaragua, Panamá y Venezuela, y curiosamente se disputará en las mismas fechas en las que originalmente estaba programada la Serie del Caribe.

Coincidencias que en el béisbol rara vez son solo coincidencias.

Pero la historia no termina ahí.

La Serie del Caribe 2026 también cambió de sede. Lo que estaba previsto para jugarse en Venezuela terminó trasladándose a México, específicamente a Guadalajara, luego de múltiples bloqueos y diferencias políticas con las autoridades del país suramericano.

El resultado fue contundente: Venezuela quedó fuera del clásico caribeño.

Así, en menos de un calendario, dos torneos regionales terminan marcados más por decisiones políticas que por criterios deportivos.

Y como suele ocurrir, los más perjudicados no son los dirigentes ni los burócratas, sino los atletas.

Los peloteros no legislan, no sancionan, no negocian acuerdos internacionales. Solo juegan. Sin embargo, son ellos quienes ven truncadas oportunidades, carreras y vitrinas por conflictos ajenos al terreno de juego.

Cuando la política se sienta en el dugout, el deporte pierde. Y pierde feo.