- martes 15 de febrero de 2022 - 12:00 AM
La corrupción…¡enemiga de la democracia!
La corrupción ha ido mutando en los tiempos. Así, la sociedad le relacionó con el pecado, y luego le definió como un vicio de la virtud, mirando al ‘corrompido', como a la persona desprovista de valores morales.
Más adelante, la ‘corrupción' parecía que aludía al estado de putrefacción del espíritu de las leyes gestadas en ‘democracias relajadas', las que por su debilidad mandatoria, sólo eran aptas para aplicarse con rigor a ‘los desamparados'.
Con el calificativo de ‘corrupto', hoy definimos a aquellos funcionarios públicos, quienes por cuyas conexiones con los círculos políticos, realizan actos usando arbitrariamente el mandato popular que les fuera conferido, y para colmo pueden sustraerse con facilidad del ‘peso de la ley'.
La corrupción vivida en el decenio 2009-2019 fue generalizada, y al auparse desde la cima del poder, resquebrajó todos los débiles controles institucionales. El resultado de todo este desastre fue el enriquecimiento indebido de muchas personas, y el ‘tiro de gracia' que recibió la democracia panameña, la que por sus excesos y arbitrariedades, hacen lucir como ‘niños de teta' a los temibles gobiernos militares del pasado reciente.
¿Qué propicia tanta corrupción en democracia? Los proyectos nacionales han sido reemplazados por ‘promesas electorales', en torno a los que no hay espacio para los debates políticos ni las prácticas propositivas, llegando al punto en que cada cinco años, ricos y pobres apuestan ‘a la concreta'.
Esas alianzas electorales están basadas en la demagogia y el clientelismo, en cuyo listado se destacan el compromiso de jugosos contratos y puestos públicos, porque a fin de cuentas el triunfo se lo lleva quien mete más ‘votos a la urna', sean a consciencia o comprados.
La ciudadanía tiene todo el derecho de sentirse indignada de la corrupción, y de la evidente impunidad de sus autores. Pero tiene también el deber de poner en su lugar a esos que denuncian actos de corrupción ‘a tutiplén', buscando crear muros de humos y de librar de la hoguera, a todos esos buenos dirigentes ‘que robaron pero hicieron'.
Los honestos debemos ser implacable con la corrupción, pues el país empeñaría sus posibilidades de progresar, si aceptáramos resignados a convivir con la corrupción.
ABOGADO Y FUNCIONARIO