Canallada

En medio de una situación complicada, Panamá enfrenta una encrucijada con respecto al camino que deberá recorrer a partir de las transformaciones al modelo económico y al contrato social que propone el presidente José Raúl Mulino.

No es un secreto que el país lleva más de 20 años posponiendo dichas adecuaciones, ya sea por conveniencia o por miedo al costo. Llegó la hora de hacer lo correcto, pero eso no quiere decir que el enfoque sea medir lo ancho para unos y lo angosto para otros.

El mamotreto que aprobó la Asamblea y que ratificó el Ejecutivo, resultó un remedio peor que la enfermedad, ya que lo actuado es más dañino que la propuesta inicial de aumentar en 3 años la edad de jubilación como medida paramétrica.

Muchos preferirán hoy, trabajar 3 años más, con tal de garantizar la tasa mínima de retorno del 60%; en lugar de este nuevo sistema que, en la práctica, hace imposible alcanzar dicha cifra dada la realidad y las condiciones del actual modelo económico del país. En seis años, bajo esta nueva ley, igual se tendrá que aumentar la edad de jubilación.

Con la informalidad en aumento y el desarrollo de nuevas tecnologías, la población seguirá siendo desplazada del empleo formal, haciendo improbable jubilarse con una pensión digna. A lo largo de su vida un ciudadano tendrá que reflexionar sobre muchos aspectos acerca del deber ser, para resolver las vicisitudes que le esperan bajo dicho modelo.

El contrato social panameño está a nada de romperse, sin que nadie en las esferas del actual gobierno se atreva a alertar al presidente Mulino, por miedo a caer mal o salir de la rosca.

El gobierno pasado impuso a la fuerza la renovación de Panamá Ports, luego intentó lo mismo con la mina, siendo esta última la que pagó el precio. Ahora se impuso el mamotreto de la CSS, días antes de retomar la apertura de la mina. Un deja vu.¡En guerra avisada mueren menos soldados!

Periodista