• sábado 12 de abril de 2025 - 12:00 AM

¡Bases no!

A Alcibíades Picota, héroe del 9 de enero

Las páginas de dignidad que recoge nuestra historia Patria exigen, hoy más que nunca antes, ser no solo estudiadas sino también respetadas por todos nosotros, los ciudadanos todos. Desde 1964, quedó escrito en el corazón del árbol de la Patria y en sus raíces, y con la razón que nos asiste como nación y como pueblo, que nuestro espacio nacional no debía albergar bases militares de país alguno.

El caleidoscopio de la geopolítica mundial ha tomado una velocidad de giro antes no vista. Y nosotros no podemos pasar, ni por un segundo por alto, nuestro deber y compromiso con lo que otrora fue una consigna, pero que, hoy día, debe ser además de una decisión, una convicción, una misión de todos los que, unidos por el alma nacional, guardamos un Amor por la Patria que nos vio nacer y donde descansan nuestros ancestros. El alcance y valor de nuestra soberanía no tiene precio, no está tampoco en venta, ni por alquilar. Mucho menos por hipotecar a nadie.

Por ello, y hay que subrayarlo, es necesario que la preocupación y reacción, que provocan altisonantes e indebidas declaraciones, de dentro o de fuera del país, nos deben llevar NO a una confrontación entre nosotros los panameños- verdaderos dueños de nuestro territorio y de lo que hay dentro del mismo-sino a una reafirmación nacional, de lo que hace décadas se estableció como un principio irrefutable.

Nos corresponde asumir - con dignidad-la tarea y el compromiso de defender lo que siempre ha sido y será nuestro: el derecho inalienable a ser libres y con la identidad nacional necesaria para ocupar nuestro sitial en el concierto pacífico de las naciones y pueblos del mundo.

En el campo feliz de la unión podremos recuperar nuestro sentido de pertenencia y, - como nos enseñó Don Justo Arosemena-, ser ante todo, panameños.

A Alcibíades Picota, héroe del 9 de enero

Las páginas de dignidad que recoge nuestra historia Patria exigen, hoy más que nunca antes, ser no solo estudiadas sino también respetadas por todos nosotros, los ciudadanos todos. Desde 1964, quedó escrito en el corazón del árbol de la Patria y en sus raíces, y con la razón que nos asiste como nación y como pueblo, que nuestro espacio nacional no debía albergar bases militares de país alguno.

El caleidoscopio de la geopolítica mundial ha tomado una velocidad de giro antes no vista. Y nosotros no podemos pasar, ni por un segundo por alto, nuestro deber y compromiso con lo que otrora fue una consigna, pero que, hoy día, debe ser además de una decisión, una convicción, una misión de todos los que, unidos por el alma nacional, guardamos un Amor por la Patria que nos vio nacer y donde descansan nuestros ancestros. El alcance y valor de nuestra soberanía no tiene precio, no está tampoco en venta, ni por alquilar. Mucho menos por hipotecar a nadie.

Por ello, y hay que subrayarlo, es necesario que la preocupación y reacción, que provocan altisonantes e indebidas declaraciones, de dentro o de fuera del país, nos deben llevar NO a una confrontación entre nosotros los panameños- verdaderos dueños de nuestro territorio y de lo que hay dentro del mismo-sino a una reafirmación nacional, de lo que hace décadas se estableció como un principio irrefutable.

Nos corresponde asumir - con dignidad-la tarea y el compromiso de defender lo que siempre ha sido y será nuestro: el derecho inalienable a ser libres y con la identidad nacional necesaria para ocupar nuestro sitial en el concierto pacífico de las naciones y pueblos del mundo.

En el campo feliz de la unión podremos recuperar nuestro sentido de pertenencia y, - como nos enseñó Don Justo Arosemena-, ser ante todo, panameños.

En el campo feliz de la unión podremos recuperar nuestro sentido de pertenencia y, - como nos enseñó Don Justo Arosemena-, ser ante todo, panameños.