El taladro ya no lo sentía en la pared ajena sino en su propia cabeza. El dolor era profundo. Ese era el caso de José mientras que Ana sentía como su rostro se ruborizaba más de la cuenta y las orejas estaban “calientes” sin razón aparente. Ambos conversaban en el cuarto de urgencias mientras eran “canalizados” para bajar su presión. Sobrepasaba los 120/80 que se usa como rango de regularidad.
Y es que, la hipertensión llega sin avisar, pues muchas veces nuestros “estilos” de vida con comidas a deshoras y estrés, sumado a la falta de actividad física nos pasa factura.
Nos resistimos a ingerir medicamentos o estar sujetos a un mínimo estándar de disciplina para enderezar rumbo, situaciones que aceleran el pulso, activan el organismo y “boom”: Presión alta rumbo al hospital o a la tumba.
La idea no es “meter miedo” sino ser receptivos a las alertas y reaccionar oportuna y adecuadamente. La hipertensión arterial aumenta el riesgo de ataque cardíaco, accidente cerebrovascular, daño renal y ocular.
En Panamá, cerca del 30% de la población adulta sufre de hipertensión, constituyéndose en un problema de salud pública.
Apartémonos de este asesino silencioso mediante la prevención. Procuremos alimentarnos bien (bajo en sal, azúcar y grasas), tomar mucha agua, hacer actividad física y evitar el consumo de alcohol y cigarrillos.