- viernes 31 de marzo de 2017 - 12:03 AM
Al cepo
Durante los últimos días en Panamá, se ha criticado con dureza la acción de cepo, como medida de impartir justicia en la Comarca Ngabe Bugle. Más allá, de la interpretación personal y jurídica que se tenga al respecto, se tiene primero que respetar la cosmovisión de un pueblo originario, que pisaba estos suelos, mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón a América.
Organizar sociedades no es nada fácil, debido a lo complejo que resulta la administración de los recursos, en medio de la convivencia colectiva. El rol de la autoridad vs la anarquía. Mientras el sentido común dicta una cosa, la conducta del ser humano indica otra. Cómo comportarse frente al fracaso de un sistema, que lejos de garantizar el bienestar social, promueve privilegios y legaliza el abuso de la clase dominante, sobre los más débiles y desposeídos. Viéndolo bien, no le caería mal a un par de políticos y empresarios panameños corruptos, algunas horas de cepo a pleno sol.
Muchos fuera de la Comarca, son del criterio de que esta práctica es una barbarie, incluso una tortura; sin embargo, el verdadero castigo de esta forma de justicia ancestral, tiene como objeto el escarmiento moral, más allá, que en el medio existan algunas horas de dolor físico. Nunca se ha escuchado que alguien murió en el cepo, por lo menos no, físicamente.
Los señores castigados con el cepo firmaron un documento en nombre del pueblo Ngabe Bugle con grupos extranjeros privados de dudosa procedencia, valiéndose de los cargos que ostentaban como autoridades, para otorgar concesiones sobre el uso y explotación de los recursos naturales y minerales de la Comarca, comprometiendo a las futuras generaciones.
Lo que para muchos legalistas podría considerarse como una falta administrativa, para el pueblo Ngabe Bugle, resulta un acto de alta traición que atenta contra la forma de vida de un grupo étnico, que ha luchado por siglos, entre pobreza y hambruna, por su derecho a existir en su propia tierra.
Periodista