Ante las constantes quejas del mal abordaje que se da en ocasiones a las víctimas de los delitos, por parte de las autoridades receptoras de denuncias llamase Ministerio Público y Policía Nacional es importante conocer que, atender a personas afectadas por violencia de género, así como a menores que han sido víctimas de abuso sexual, conlleva un fuerte impacto emocional. Las vivencias compartidas, la manera en que expresan lo ocurrido y su necesidad de justicia y reparación provocan una profunda movilización de emociones, principios y valores en quienes les deben ofrecer ese apoyo profesional.
Los funcionarios que receptan casos de violencia y abuso sexual en menores y otros tipos de delitos graves, suelen enfrentar altos niveles de estrés emocional, agotamiento y frustración. Este desgaste puede llevar a experimentar sentimientos de enojo y, en ocasiones, a desarrollar una sensación de desconexión o falta de empatía hacia las víctimas afectadas.
Al diseñar una estrategia y seleccionar las herramientas adecuadas para brindar un acompañamiento efectivo en casos de violencia, es fundamental reconocer las necesidades emocionales de las víctimas, así como el estrés particular que implica atender por sus receptores estas situaciones. Para ello, resulta clave fomentar una reflexión crítica sobre su labor y ofrecer recursos que fortalezcan su inteligencia emocional y social.
