- domingo 16 de marzo de 2025 - 4:00 PM
A 37 años del primer golpe contra Noriega
Seguimos con los testimonios de personalidades que tuvieron que ver con hechos sobresalientes en Panamá, antes de la invasión. En este libro tenían que estar, por rigurosidad, los datos más profundos sobre aquel primer golpe contra Manuel Antonio Noriega. El autor de este capítulo lo califica como un movimiento de cambio de dirección, de relevo dentro del ejército panameño. Como editores de este libro éramos conscientes de que sería difícil obtener la aprobación de esta fuente tan importante. Recurrimos a varios amigos para que nos hicieran el puente y creemos, a no dudarlo, que fue el militar retirado Milton Castillo quien nos permitió alcanzar este objetivo.
Establecimos la comunicación con el coronel Leonidas Macías. Su voz denotaba cansancio, como si los años comenzaran a pasar factura. Convenimos en reunirnos un día para conversar. Le expresamos que deseábamos dejar a esta nación un libro que describa los hechos más relevantes que se dieron antes, durante y después de la invasión. Vernos provocó en nosotros sorpresa. Aquel militar que recordábamos lleno de vida se acercaba a paso lento apoyado por un bastón. Después del saludo de rigor dijo que la cojera se debía a que un pie se le achicó. De inmediato pensamos que pudo ser producto de las innumerables torturas, pero manifestó que la culpa es de los años. Le dijimos: “Usted dirá solo lo que desee expresar y aquellos temas que considere proscritos así se tratarán!” Iniciamos buscando escudriñar en la vida de este militar que atraviesa por 85 años de vida.
A los seis años pierde a su padre en un accidente. Su madre, con ocho hijos, tuvo que encargarse de la manutención, crianza y educación de la familia. Las condiciones eran precarias, pero nunca faltó la orientación y los consejos atinados de alguien que espera lo mejor para sus hijos. Ya en la adolescencia le escribe a la embajada de México con la intención de iniciar estudios de milicia. Al poco tiempo recibe una respuesta favorable y se embarca en esa aventura. Estudia y se gradúa en el Heroico Colegio Militar de México. En aquellos tiempos, cuando un ciudadano llegaba con títulos universitarios en milicia, de inmediato, era empleado por la Guardia Nacional con el rango de subteniente. Macías, quien se considera un torrijista de tuerca y tornillo, cuenta que siendo capitán Torrijos lo nombró jefe del taller de autos. “En esa época escaseaba el dinero y no había para comprar piezas de repuestos. Como sabía que Torrijos pasaba frente al taller ordené pusieran los autos en tucos, para que el general los viera. En efecto así pasó, pero la reacción del comandante fue de enojo y me llamó la atención. Recuerdo que me fui a las tiendas de los chinitos a pedir fiado. Arreglamos los autos y cuando Omar Torrijos pasó, otra fue su cara... otra su reacción... ´´Te puse en ese puesto para solucionar´´, expresó. Macías recuerda a Torrijos como un comandante de verdad, aunque también le guarda respeto y admiración a Rubén Darío Paredes. “Torrijos era un militar con quien se podía conversar. Le gustaba que las respuestas a los problemas fueran parte de la consulta, no de la imposición. Desde el soldado hasta el más encumbrado oficial podían comunicarse con él sin temor, ni tanto protocolo”, expresa.
Este militar también fue jefe de la cárcel Modelo durante tres años. Por convicción espiritual y de valores siempre tenía en su pensamiento los consejos de su madre. “Miren, detrás de un preso hay mucha gente que sufre. Comencé a darle permiso a los detenidos para que fueran a visitar a sus familiares. Cuando el tema de las libertades provisionales se hacía más relevante tomé la decisión de dividir a los presos en tres bloques... A cada bloque le tocaría una fecha especial para ir a sus hogares. Sorteamos el tema para que no hubiera quejas de favoritismos. A uno les correspondería el Día de la Madre, al otro, la Navidad y al tercero las fiestas de Año Nuevo. Así lo hicimos y nunca tuvimos problemas de fugas. Ellos iban y regresaban”, asegura Macías.
¿Y qué pasó con este personaje que saltó a la palestra aquel 25 de febrero de 1988 cuando salió a gritar, en un clima de creciente tensión y aparente cohesión entre la milicia ... “¡el que se va es él! Para quienes lo olvidaron, en esa fecha el presidente de la república Eric Arturo Delvalle anunció, a través de su canal de televisión, que jubilaba a Noriega y en su lugar ocuparía el cargo el coronel Marcos Justines. En ese momento hubo reacciones de asombro. Jamás pasó por nuestra mente que Macías conocía del plan del presidente Delvalle. “Son estrategias y Delvalle se adelantó a nuestro movimiento. Noriega condujo a las Fuerzas de Defensa por caminos peligrosos, las entregó a la mafia, al narcotráfico. Él rigió el ejército promoviendo el terror entre nosotros. Cuando comenzaron las disputas con el coronel Roberto Díaz Herrera nos dijo a todos los del Estado Mayor que no siguiéramos las órdenes de Díaz Herrera y que si nos llamaba no atendiéramos el teléfono. Fue horrible, triste para mí. En ese momento, tanto Noriega como Díaz Herrera, eran mis superiores. Fíjate que de tanto esconderme de él, una noche me llamó a la casa. Contesté sin saber que era él. El coronel me gritó cualquier cantidad de improperios para luego añadir... ´´vete para el cuartel a cumplir cinco días de arresto por insubordinado´´. Y ese castigo lo sufrí varias veces. En ese momento Díaz Herrera tenía tres estrellas y Macías dos, pero cuando este último fue ascendido, ese mal trato se acabó... ambos ya tenían el mismo rango de coronel. Noriega era malo, tan es así que cuando Delvalle nos invitaba a desayunar o almorzar a la presidencia, cuando regresábamos, todos en un busito, Noriega hablaba pestes de él, lo hacía de forma despreciativa... se burlaba. Mira, Delvalle fue un gran presidente y lo de la jubilación a Noriega era lo más correcto y lo mejor”, asevera Macías.
Otro asunto de gran preocupación para Leonidas Macías era que Noriega se rodeó de oficiales y tropas leales. Ellos solo obedecían sus órdenes, sin respeto a la jerarquía y eso dentro del ejército no es correcto. Macías considera que en la actual estructura policial del país hacen falta detalles y que hay un exceso de subcomisionados y comisionados. Durante la conversación era evidente que existía una buena relación de Macías con el presidente Delvalle y con los norteamericanos. Indica que en varias ocasiones acudió, con otros oficiales, a reuniones donde se negociaba la salida de Noriega, para evitar el juicio por narcotráfico en Estados Unidos. Los congresistas norteamericanos y los coroneles se quedaban esperando la llegada de Noriega, pero nunca se apareció. Macías declara que en principio Noriega estaba de acuerdo en retirarse, pero sectores, civiles y militares pensaron que, si el comandante se iba, ellos perderían el poder político y económico al que estaban acostumbrados.
¿Por qué Leonidas Macías se lanza a la aventura de darle un golpe a Noriega, al cual se refiere como un relevo generacional? “Estaba cansado del daño moral que hacía el comandante a las Fuerzas de Defensa y al país. Logramos sumar a muchos oficiales que pensaban igual. Hombres honestos dispuestos a cambiar el rumbo de la nación”, resalta el coronel. El asunto de la asonada del 16 de marzo de 1988 era conocido por muchos. Es posible que allí estuvo el error, lo que provocó que alguien hablara de más con quien no debía. Esa es nuestra apreciación y con los gestos no verbales de Macías parece que fue así. Eran tanto el miedo y el terror a Noriega que alguno de los involucrados cantó para evitarse una tragedia. Después de esa fecha Leonidas Macías fue sometido a los más crueles episodios. Primero estuvo en la cárcel Modelo y luego fue trasladado hacia la de Santiago. “Ni siquiera un cartón me dieron para dormir. Estuve en las peores condiciones. En 21 meses nunca apagaron la luz. La comida era una sopa de hueso con migajas de pan. Y cuando a los verdugos se les ocurría me daban mi ración de tortura, y eso fue repetitivo durante mi encarcelamiento. Aunque el coronel Macías se rehúsa a mencionar nombres, el más osado en ese tratamiento criminal era un alto oficial jubilado a quien la población civil le tenía terror. Esta figura que hoy interviene en los medios de comunicación fue uno de los verdugos de Leonidas Macías. No sabemos si lo hacía para complacer a sus jefes o por el insano placer de ver cómo actuaba su víctima en esos momentos.
En su relato Macías destaca, “en la cárcel conocí a un gringo que estaba preso por contrabando. Él me confesó que tenía un plan para sacarme de allí. Tiempo después me dijo que, a través de terceras personas, hizo llegar el mensaje a dirigentes de la Cruzada Civilista en busca de apoyo y la respuesta fue... “Deja que se pudra en la cárcel.”
Macías supo del segundo intento frustrado contra Noriega días después. Creo que fue el siete de octubre de 1989. Para que se lea con claridad, el 3 de octubre de 1989 el mayor Moisés Giroldi se aventuró a lo impensable... dar un golpe a Noriega. Y fue el militar, quien, con rango de capitán, abortó el primer golpe encabezado por Leonidas Macías aquel 16 de marzo de 1988. “Cuando supe sobre la muerte de los oficiales que participaron de aquella intentona me dije, ahora me toca a mí.” En esos momentos, antes de la invasión, Leonidas Macías pensó que sus días estaban contados. Percibimos durante la entrevista que en varias ocasiones Macías pensó en que era mejor morir que estar sometido a la crueldad que vivió durante 21 meses. Súmele a lo anterior la zozobra y ansiedad de su familia, amigos y conocidos. Las visitas eran esporádicas. Si acaso permitían a los familiares verlo una vez por semana. Al ser cuestionado sobre la muerte de Hugo Spadafora declaró que la realidad es que al médico chitreano lo mataron. “¿Quién lo hizo? No puedo asegurar nada... yo no estaba allí. Entonces, aprovechó para hablar bondades de uno de los señalados por esa muerte, el mayor Luis Córdoba. Este ex teniente coronel, hombre de confianza de Noriega, cuando salió de la cárcel se entregó al evangelio siendo después pastor y predicador de su iglesia. Murió durante la pandemia. Como editores de este libro reconocemos la contribución de Macías al cambio de rumbo en la nación y cuando le preguntamos si el coronel Roberto Díaz también lo hizo no tuvo reparos en afirmar que también puso su grano de arena para cambiar a Panamá.
Leonidas Macías afirma que está vivo gracias a la invasión. “En los últimos días de diciembre de 1989 fui informado que Noriega iba a dar la orden para que me ejecutaran a mí y al mayor Benítez. No lo pudo hacer debido a la invasión del 20 de diciembre. Estuvo tan ocupado que no tenía cabeza para pensar en eso. No tengo reparos en decir que estoy vivo gracias a la invasión y a los gringos, de lo contrario estaría bajo tierra. Hoy, Leonidas Macías vive en un apartamento modesto al cuidado y protección de sus hijos y nietos. Aprovecha el tiempo para leer libros edificantes. De uno de ellos sacó esta frase... “mientras los jefes militares brindan en las grandes fiestas, los soldados mueren en batalla.” Está jubilado con la máxima aprobada durante el gobierno de Guillermo Endara de 1,500 balboas. Al final de la entrevista dijo que a veces se ve con su mayor torturador, pero los consejos de su madre le enseñaron a no guardar rencor. “En algunas ocasiones hemos cruzado palabras y nos hemos saludado de manos.” Nos despedimos agradeciéndole la oportunidad de atar los cabos sueltos de ese 16 de marzo de 1988 y contar su historia. Hasta aquí este relato. Es importante conocer la historia para comprender el presente. Abrazos y que Dios nos bendiga.