"Telefonazos", un cuento infantil para este sábado soleado 

Viendo un teléfono chocolate de esos que poco se ven, se nos ocurrió este relato
  • sábado 28 de octubre de 2023 - 12:00 AM

Esta historia ocurrió hace poco, un sábado soleado en el parque F.

El guarda está parado en la acera —su rutina de siempre— y escucha el ring ring ring.

¿Quién llamará a esta hora?, se preguntó a sí mismo.

El guarda respondió una pregunta a un señor que quería saber dónde podía pescar, y se dirigió a la esquina donde está el aparato.

Lo descolgó y en su cabeza se dibujó un signo de interrogación.

Lo que escuchó le recordó las tiras cómicas… Seguro es mi compañero que siempre se la pasa haciendo bromas, pensó.

Regresó a la acera para vigilar la entrada del recinto y volvió a escuchar el ring ring.

Esta vez no pensaba contestar, pero una señora de blancos cabellos que se acercaba le dijo:—¡Es mala educación no contestar! ¡Qué tal que sea una emergencia!

Descolgó y escuchó sonidos que le recordaron la primera noche como cuidador de parque. Aquella familia de monos que le tiraban ramas y hojas de los árboles.

Otro ring ring ring.

¿Será que hoy me toca ser recepcionista?, se lamentaba camino a la esquina donde está el teléfono. Le gustaría desconectarlo, pero sería el final del empleo.

Ahora se le vino a la mente aquellos confianzudos cangrejos azules que salían de sus huecos en busca de hojas verdes para la cena.

A las tres de la tarde, había contestado quince llamadas: 14 de aquellas y una de su compañero guarda informando que no podía venir a trabajar porque tenía sudoritis aguda.

El guarda pensó: Esto solo me puede pasar a mí. Un día me convertiré en un pez y me iré detrás esos barcos a conocer el mundo. Creo que no les he contado que el parque F. está al lado del Canal.

A las seis de la tarde, cuando el sol se esconde por completo, escuchó el ring ring.

Era una voz legible que lo invitaba a la casa del parque, donde reciben a los visitantes, a las nueve de la noche.

Sepan que los guardas también tienen miedo y pensar en caminar ese tramo del parque hasta esa casa le dio una temblorina.¿Voy o no voy? ¿Voy o no voy? Ya lo tengo….Sacó una moneda de un centavo del bolsillo y la tiró al aire. Salió cara. ¡Oh, no!

En la medida en que caminaba el viento le traía los mismos sonidos del teléfono. Ahora ya no temblaba como una gelatina, sino que se hacía agua como un cubito de hielo al sol.

Aquella casa que alquilan para fiestas infantiles y juveniles estaba completamente oscura.

—Cierra los ojos —indicó una voz al guardia.

—Que empiece la función —gritaron los monos, los cangrejos, los tucanes, los perezosos, las ardillas y las arañas.

En ese momento el guarda recordó que cumplía 60 años y algo más de 40 de estar cuidado a los organizadores de la fiesta.

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