Tan fuerte como 'Valiente',el perrito de mi vecina
- sábado 01 de junio de 2024 - 1:00 AM
Hoy conocí a ‘Valiente’, lo vi ladrarle a otros perros más grandes y fuertes que él, y pensé: ¿cómo puede ser tan valiente un perrito tan pequeño?
¡Qué perrito tan inquieto! Se quería escapar de los brazos de su dueña para ir a pelearse con los perros de la vereda.
Quisiera ser como ese perrito que no teme a los perros más grandes. Yo, por miedo a la operación, a veces prefiero no saber escuchar.
En la mañana, cuando me despedí de la abuela, pensaba que no me gustaría la nueva casa, pero apenas llegué y vi a mi vecina paseando a ‘Valiente’. Me alegré tanto, que no aguantaba las ganas de jugar con él. Y me imaginé: ¿Cómo serían los sonidos de sus ladridos y la voz de su dueña? Leí sus labios cuando lo llamaba, por eso supe su nombre. Ella lo acariciaba, jugueteaba con su pequeño hocico, y le daba besos frotando su nariz con la de él. Vi al perro lamer su cara, y ladrar una y otra vez.
Mi mamá me pidió que la ayudará a organizar nuestras cosas por la mudanza y a memorizar nuestra nueva dirección. Cuando vi desde mi ventana, en el segundo piso, al perrito correr hacia la calle para enfrentarse a un perro más grande que él.
Grité a todo pulmón, pero no me oían. En la parada del autobús, a unos 75 metros, estaba un señor mayor, alto y corpulento, que tenía un bastón en la mano, que lo hubiera podido usar para espantar al perrote, pero no lo hizo. Al frente, la otra vecina estaba pintándose las uñas en el portal de su casa, y tampoco hizo nada. Ni siquiera volteó a mirar. Y otras personas que pasaban por la calle tampoco se detuvieron para ayudar a mi nueva vecina.
Parecía que estuvieran todos sordos y también mudos como yo. Bajé corriendo por las escaleras con todas mis fuerzas, y mi mamá corría detrás de mí, pero ya el perrote tenía a ‘Valiente’ por el cuello. Lo agitaba como si fuera un pañuelo. La calle se tiñó de rojo, mi vecina gritaba y solo mi mamá la ayudaba. Ellas espantaron al gigantesco perro y tomaron al perrito entre sus manos. Mi mamá me pidió que pusiera mis dedos en los huecos de la herida para detener el sangrado.
Al llegar a la clínica, tendieron al chiquitín en una camilla, le inyectaron medicinas y le tomaron radiografías. Después de un rato, el veterinario le dio una palmadita en la espalda a mi vecina, y ella empezó a llorar, lloraba tanto que sus ojos parecían cascadas. De repente me miró y se lanzó a abrazarme y lloramos largamente.
Sentí que me sacudían y me jalaban. Era mamá despertándome.
—Con mis manos le conté lo que había soñado y me dijo:
—Recuerda lo que dice la abuela cuando soñamos que alguien muere —
—!Que tendrá larga vida, mamá!
—Así es—
— ¡ahora empieza a desempacar! Me ordenó.
Coloqué mis manos en posición de oración, y prometí al Padre celestial vencer el miedo y operarme. Y me dije a mí mismo que de ahora en adelante sería tan valiente como ‘Valiente’.