- sábado 09 de noviembre de 2024 - 12:00 AM
El maquillaje le dibuja una sonrisa que le hermosea el rostro y nunca se le borra, ni aun con el roce de los besos de las olas.
Se perfuma con petricor y fragancias de café. Se coloca los zarcillos de frutas y de miel. ¡Engalanada y empoderada siempre se le ve!
Ella es mimada y consentida, la consienten sus amantes: Atlántico y Pacífico se llaman, comprometidos por siglos la acompañan. La visten de peces y corales, le colocan mariposas en sus trenzas, adornan con musgos su cintura y con flores coloridas su cadera.
Ella permanece embarazada y pare a toda hora, cada noche y cada día.
Su calostro se derrama cuál cascada, gimiendo de dolor por cada vida.
Tiene sus brazos abiertos, llenos de hijos propios y adoptados, dentro de su casa de concha morena los protege con actitud serena.
Posee la virtud de perdonar a quienes la hayan ofendido, como quien solo guarda amor en la alacena de su hogar. Puede estar sufriendo, pero mantiene afable su mirada. Puede dolerle el alma magullada y mantenerse en pie sin una lágrima.
¡Mi tierra!
se sana cuando ora y encomienda a Cristo su destino. Comparte su fe con todo el mundo y ruega para que el migrante encuentre su camino.
¡Mi tierra! es como una mujer, quien la conozca la amará.
Ya que con orgullo grito al viento que mi tierra se llama: ¡Panamá!