Flor silvestre (Cuento)
- sábado 03 de febrero de 2024 - 12:00 AM
Existen mañanas hermosas, no obstante me encantan las del mes de enero. Asomarme al balcón y ver los festines gratuitos que regala la madre naturaleza. Las tardes también son espectaculares. Un día cualquiera de enero escuché una interesante conversación de cosas importantes. Era un día luminoso en se que el humo de la basura fue expulsado y salieron al balcón todas las señoras, señoritas y pequeñas damitas, vestían sus trajes de vistosos y bellos colores.
Entre las presentes se encontraba la festiva veranera con un tocado de espectacular. También se encontraba la elegante Flor de Canela luciendo con orgullo su ropaje blanco y amarillo luminoso.
No podía faltar la exuberante Flor de Cactus, sobreviviente de espinosas batallas con su singular y exótico atuendo, la acompañaba de cerca elegante Orquídea algunos dicen de ella -que es linda pero flojita-, y la aclamada Rosa con su suavidad celestial.
Quedando en la esquina del rincón florido una florecilla amarilla que escondía sus pétalos sintiéndose la cenicienta de sus pétalos en comparación con la majestuosidad de sus afines.
Llegó a su encuentro el buen señor quien la sacó con sus dedos alargados, del rincón en que se escondía en un pote de barro y le dijo quedito: Déjate apreciar mi bella florecilla silvestre, luce tus resplandecientes ropajes. En ti está belleza de la grandeza de los montes, en ti esta la resiliencia que sobrevive a la pilas rumiantes y a la suela de los zapatos ignorantes. Estás llena de la fuerza de la vida abundante del horizonte verde y el punto repetido del amarillo que adorna los pastos y hectáreas, con tus ganas admirable de sobrevivir a la cuchilla jactanciosa que juzga sin conocer y te llama “monte”, en forma de desprecio cuando debe ser de orgullo. Mi florecilla silvestre, nos recuerdas todos los días que todas las flores son bellas para los ojos que saben apreciar la verdad.