Danzas aladas

Empatía, trabajo en equipo y amistad
  • domingo 26 de octubre de 2025 - 12:00 AM

Hace mucho tiempo existía un bosque mágico y encantado donde las ramas flotaban en el aire como seda y las flores cantaban suavemente melodías al viento. En ese bosque Milly, una pequeña Budgie, con el plumaje más azul pálido y brillante, al igual que un cielo celeste en primavera.

Milly no era como las demás aves del valle. Ella no trinaba, ni bailaba en círculo como todos los pechirrojos hacían al amanecer. En cambio, sus movimientos eran una combinación de saltitos, giros inesperados causados por inercia y gorgojeos que parecían pregunta. Al ser una ave diferente, muchas aleteaban desde lejos y murmuraban con alas cerradas sobre sus aleteos y comportamiento.

Un día, durante el vuelo al claro río, Milly conoció a Rosie, una pechi rojo encendida como el crepúsculo, pero Rosie tampoco era como los suyos, no le gustaban las danzas tradicionales, ni entendía por qué debía de cantar igual que los demás y su vuelo era un poco disperso, como si estuviera buscando algo en el aire.

Mientras que volaban por el bosque encantado, Milly y Rosie se chocaron y al aletear se asustaron, no sabían cómo reaccionar, pero entre sustos y nervios ambas miradas se cruzaron, brillantes y perplejos; sin embargo, no sabían cómo saludarse.

Rosie confundida, inclina la cabeza a un lado y Milly vuela en giros en el aire, intentando imitar los movimientos de ambas partes. Se sincronizaron y se fueron a casar gusanos salvajes. Hasta que, poco a poco, concedían en la misma laguna para buscar pececillos.

Esto le dio una gran idea a Rosie de enseñarle a su amiga cómo seguir el ritmo del viento entre las ramas, y Milly le enseñó a Rosie una canción sin palabras, hecha solo de silbidos y chasquidos suaves que tarareaba al aire alegremente.

Juntas inventaron una nueva danza llena de saltos, vueltas y vuelos entrelazados. Una danza que no pertenecía al grupo, pero sí a los cantos y aleteos.

Un día por incidente Milly, impulsivamente hizo un giro muy brusco, daba aleteos dispersos sin dirección alguna y no respondía a la misma danza establecida, lo cual asustó y lastimó a Rosie porque no podía comprender como su aliada y amiga más cercana ya no quería bailar el mismo baile y código único de aleteo con ella, pero la verdad es que en todo ese tiempo de confusión y distanciamiento, Milly se dio cuenta de que le hacía falta su amiga Rosie.

Desesperadamente, comenzó a buscar rama por rama y no la encontraba. Por obra del destino, Milly ya rendida, ve una pluma roja en el piso y buscó pistas hasta que volvió a encontrar a Rosie en el mismo sendero mágico cerca del lago, donde practicaban y entrenaban como volar, recordándose de los dulces recuerdos de una gemela igual que ella, pero en otros plumajes. Sin pensarlo, se miraron y comenzaron a bailar una danza nueva, llena de otros ritmos y melodías.

El bosque no volvió a hacer el mismo, ahora aquella budgie que resultaba intrusa era parte de los Petirrojitos, entendiendo cómo bailar sin silbidos y juntas a colaborar en sus danzas.