[Cuento] El deseo de Kiki
- sábado 26 de octubre de 2024 - 1:00 AM
Se iniciaba el mes de enero y como era de esperarse, también el tradicional reencuentro entre primos en El Valle de Tonosí, en la provincia de Los Santos, como todos los años. Kiki, un niño de 10 años, disfrutaba con frenesí la suave brisa que llegaba desde las bellas costas santeñas.
El primero que llegó a casa de la abuela Cristina fue precisamente Kiki acompañado de su hermana Roxi. Luegoo llegaron sus primos Tomás, Juan, Laura y Melina.
Aquel reencuentro estuvo lleno de alegrías y anécdotas. Ese día los pequeños planificaron para cerrar sus vacaciones con un paseo a la playa de Cambutal.
Transcurría la primera semana de vacaciones cuando Kiki empezó a experimentar fuertes dolores de cabeza, debilidad y visión borrosa. Ese día ni los deliciosos buñuelos que preparaba su abuela Cristina lo hicieron poner de pie.
Cristina, una mujer de 60 años tomando cuidado del estado de Kiki, llamó a sus padres que se encontraban en la capital, para que viajaran a El Valle de Tonosí para atender la salud de Kiki. Mientras tanto, la angustia de Tomás, Laura, Juan y Melina era evidente. Roxi al ver la tristeza de todos, se puso a orar.
Tan pronto Manuel y Karla se enteraron de los malestares de su hijo, llegaron a la casa de Cristina, quien sospechaba que algo no andaba bien con la salud del más inquieto y risueño de sus nietos, que a esa hora tenía escalofríos y una fiebre muy alta.
Los primeros exámenes realizados en el hospital de Los Santos arrojaron un resultado desalentador. El regreso a la capital fue más rápido de lo esperado. Karla y Manuel abordaron el vehículo con sus dos hijos con la esperanza de encontrar un diagnóstico certero y la cura para Kiki, quien a pesar de su malestar no dejaba de imaginar la hermosa playa de Cambutal donde las olas del mar lo hacían sentir feliz y afortunado.
Al llegar a la capital fue internado en el Hospital de Niño, donde luego de dos días de exámenes fue diagnosticado con leucemia. Aunque no fueron buenas las noticias que recibieron, la familia se unió más.
Con la certeza del padecimiento de Kiki iniciaron los tratamientos de manos de unos amorosos doctores que veían en el niño una fortaleza sorprendente. Él, a pesar de su sufrimiento, deseaba con todo su corazón curarse para enseñarles a otros niños y niñas como él, que una enfermedad no es el fin del mundo, sino la oportunidad para brindar amor a su familia.
Una tarde mientras aguardaban en la sala del hospital, Manuel y Karla conocieron a Lourdes, miembro de la Fundación Amigos del Niño con Leucemia y Cáncer (FANLYC), quien al enterarse del caso de Kiki no dudaron en invitarlos a conocer la organización, que además de apoyar a las familias en esta situación, desarrolla campañas intensas para lograr la detección del cáncer precoz en los niños y niñas de todo el país.
Más que una conversación, aquel encuentro fue como una luz en el camino que serviría para que el pequeño cumpliera su anhelado sueño de ser una motivación para que otros niños luchen para curarse de la leucemia infantil.
Kiki, quien respondía de forma favorable al tratamiento, volvió a sonreír al conocer a la gran familia de FANLYC. Ver a otros niños de su edad, afrontar la enfermedad con optimismo, lo armó de valor para contar su historia en un auditorio al que acudió toda su familia.
Los días pasaron y Kiki se convirtió en un portavoz de aquella fundación, llevando su testimonio a los hospitales donde todas las semanas niños de todas partes de país son diagnosticados con leucemia.
Hoy en día Kiki tiene 12 años, volvió a la escuela y el próximo verano tiene planeado ir con su hermana Roxi a El Valle de Tonosí y disfrutar con sus primos de los paisajes y esta comunidad donde reside su amada abuela Cristina.
Aunque no sabe cuándo podrá volver a jugar y correr como lo hacía antes, siempre llevará presente los cuidados y el amor que recibió de su familia, quienes se convirtieron en ángeles de luz y su razón para aferrarse a la vida.