[Cuento] El beso de mamá
- sábado 27 de julio de 2024 - 12:00 AM
Mía era una niña de tan solo 10 años, hija única y criada dentro de un matrimonio muy unido. Desde pequeña se acostumbró a compartir y disfrutar cada momento que la vida le regaló al lado de sus padres. Su mamá se llamaba Rosa y su papá Ramón.
Rosa, su madre, tenía destrezas para crear historias que eran contadas a su pequeña hija que pronto se convertiría en una adolescente. Acostada en su cuarto a media luz, la pequeña escuchaba detenidamente cada palabra de su mamá. Mía amaba esos momentos, para ella no existía un espacio tan especial como estar con su adorada madre y claro con su padre también, pero este trabajaba.
Dragones, princesas encantadas, animales y paisajes hermosos eran uno de los tantos escenarios que invadían la mente de esta niña cada vez que su mamá le leía uno de sus cuentos.
Al día siguiente, Mía se fue a la escuela. Su madre era quien la recogía a diario, pero ese día, al terminar sus clases, se percató de que en la salida era su padre quien la esperaba. No pensó nada malo, simplemente que había tenido algún compromiso.
La tarde transcurría con normalidad y la niña observó que su papá no se despegaba del teléfono, en lo poco que pudo escuchar decía: “Es necesario que hablemos con Mía, es lo mejor”.
Rosa no había buscado a Mía en el colegio porque se encontraba recibiendo una dura y triste noticia, tenía una enfermedad en fase terminal. Las lágrimas no cesaban. Cada gota que salía de sus ojos era como un puñal que lastimaba sin piedad.
Al salir de la cita médica, Rosa prefirió caminar y pensar: ¿Cómo decirle a una niña de 10 años, que su madre ya no estará?, ¿Cómo decirle a tus más grandes amores que, a pesar de que luche, será innecesario?
Treinta minutos antes de cenar suena el timbre de la casa, era Rosa. Un silencio profundo se sintió, su rostro reflejaba el dolor que llevaba por dentro. Los bellos ojos verdes de Rosa, que encantaban a su esposo, se apagaron con el diagnóstico que el médico le dio.
Mía, al ver que a su mamá estaba triste, corrió sin pensarlo dos veces y le preguntó: “Mamá, ¿qué tienes?”. Era notable que el brillo de su mirada ya no estaba.
Los minutos pasaban, la familia cenó. En medio de la comida, Rosa explicó su estado de salud. El momento dejó triste a la niña y a Ramón, quienes pensaron en algún momento que esa mujer fuerte, aguerrida y luchadora, jamás se iba a derrumbar. Fue un capítulo familiar que será recordado para siempre, fue el momento donde las emociones no se hicieron esperar.
Pasaron siete días y la muerte tocó la puerta de la casa. Rosa dejó de estar entre sus seres queridos más rápido de lo que pensaban. En horas de la noche, Mía se dirigió a su habitación y observó cada esquina, a pesar de ser una niña, todo le recordaba a su mamá. Su padre intentó leer uno de los cuentos que estaba plasmado en papeles blancos dentro de un folder que tenía como título: “Historias para mi niña”.
Ramón leyó la primera página y la pequeña fingió que estaba dormida para que su padre se retirará del lugar. Mía se sentó en su cama y pensó en cada momento bonito que había tenido con su mamá. Lo mucho que la iba a extrañar y sobre todo los besos que siempre le daba, el beso significaba para Mía confianza y protección.
Esta historia es para que hagas un alto en tu vida y pienses si has dado a tus hijos un beso, abrazo. Si le has dicho te amo o simplemente has dedicado 30 minutos de tu tiempo. No todos los hijos tienen la dicha de tener a sus padres vivos.
Dios nos dio la bendición de tener unos padres, recuerda que el hoy no es seguro y el mañana no está prometido para nadie. El amor de papá y mamá es irremplazable.