- sábado 12 de agosto de 2023 - 12:00 AM
Una noche cualquiera y en compañía de sus padres, un pequeño de cinco años vio al cielo y pensó que si tuviera una caja grande llena de juguetes fuera el niño más feliz mundo.
Pasaron los años y el mismo niño observó nuevamente el cielo, con sus estrellas y una luna redonda tan enorme que sus pupilas se dilataron con gran facilidad, en esta ocasión con 10 años más y con la compañía solo de su madre, su padre había fallecido de un cáncer que no dio tregua a medicamentos ni atenciones, pese a esa situación pensó de lo dichoso que fuera si tuviera una caja inmensa llena de aparatos tecnológicos.
20 años después, Franklin como se llama aquel infante, siguió cada noche viendo una y otra vez el cielo, imaginando tener una caja grande, pero a comparación de cuando tenía 5 y 10 años no contaba con la presencia de sus padres.
A sus 35 años el vacío en su corazón era profundo, sus días se tornaron grises y la soledad toco su puerta y sin mediar palabras abrió el compás a días de agonías y tristezas.
Postrado en su cama y en compañía solamente de dinero, pudo comprender que nada llenaba aquel vacío que había dejado su familia. Una noche sin planearlo, se sentó en las afueras de su hogar, una casa enorme con más de cinco cuartos y una vista hermosa al amanecer.
Decidió tumbarse en el suelo y mirar las estrellas, así como lo hacía desde pequeño. Empezó a escuchar su corazón en medio del silencio y pensar que en ese preciso momento necesitaba la caja que por años quiso tener, pero en esta ocasión no pidió lujos, simplemente pidió a Dios regresar por unos minutos la compañía de sus padres, sentir ese cálido abrazo de su madre y escuchar al oído ese ‘te amo' que lo hacían sentir protegido.
‘Me siento desarmado', eran las palabras que repetía una y otra vez Franklin. Aquel niño que pedía hace 35 años juguetes, celulares y una vida envidiable.
Franklin mirando al cielo pidió nuevamente una caja grande, pero en esta ocasión, con amor, ese sentimiento que se le había escapado al partir sus seres queridos.
Con lágrimas en los ojos y con un nudo en la garganta se levantó y supo que esa caja imaginaria siempre la tuvo en su vida, solamente que lo material no lo dejó ver lo valioso que eran sus padres.
Moraleja: Ama a tus padres y los seres queridos cuando los tienes; el mañana no está garantizado. Quizás estás empeñado en tener lujos y has olvidado el verdadero sentido de la vida, ese el amor que nadie podrá llenar, que es el de la familia.