- viernes 15 de febrero de 2019 - 12:00 AM
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E scribir sobre qué es poesía nunca ha sido una tarea fácil, definir la palabra misma es objeto de pasiones, incertidumbre, locura, conflicto, de duda seca y fría. De ello dan fe ‘los maestros' del verso y uno que otro Premio Nobel de Literatura que haya sido confrontado con la pregunta. Quizás porque el oficio de desnudar las palabras –como dicen algunos- no es para gente inculta ni mucho menos para insensibles.
Pero cómo explicar cuando la palabra es capaz de mutar en el tiempo, de transcender a su propio significado, de cosechar de lo etéreo realidades y unir pensamientos. Eso ni siquiera los cultos y sensibles pueden definirlo. Ahora cuánto más se puede comentar sobre una antología poética de la que 26 almas testifican la espera, el aplomo y la ilusión, y más allá, un antecedente, un legado a las generaciones que nos transitan.
De modo que para hablar sobre 26 lágrimas de Luz, para describir ese trabajo poético, que fue lanzado la noche de ayer 14 de febrero, en el patio central de la Alianza Francesa, mejor citaré al escritor mexicano y Nobel de Literatura, Octavio Paz, quien en su sapiencia dijo que ‘el hombre está hecho de tiempo, de palabras y de sueños, la palabra es el hombre mismo y sin ella es inasible'. Esto se aproxima más a la locura de 26 escritores y aspirantes a, que construyeron una antología con los mejores versos surgidos de los talleres del Programa de Formación de Escritores (PROFE), que impulsa el Instituto Nacional de Cultura, INAC.
De acuerdo con el Premio Ricardo Miró en Poesía 2009, Salvador Medina Barahona, esta antología es un texto de principio a fin ‘enjaretado, en un contexto de individualidades subjetivamente nostálgicas, pero luminosas'.
El poeta, quien fue el encargado de dirigir a los participantes del programa, cuenta que el tono general del libro tiene melancolía, desarraigo, nostalgia, desamor y al mismo tiempo esperanza; sin embargo, no fue hasta que leyeron uno de los poemas de Danae Brugiati, también partícipe de la obra, que encontraron el verso perfecto que empuñaba la esencia del poemario: ‘lágrimas de luz'.
Medina Barahona reconoce que orientar a este grupo de escritores fue un reto significativo y particular, porque las procedencias, las expectativas, las edades, los vínculos con la poesía eran muy dispares, y ‘tratar de buscar un común denominador, sin con ello atentar contra la magnificencia de toda creación poética, representó una suerte de cruzada gloriosa emprendida por todos y cada uno de los miembros del taller'.
‘Me quedo con el compromiso, con la unidad en la diversidad, con la fuerza, con la inocencia de algunos y con la lectura de mi espíritu mediante la lectura de los otros espíritus', manifestó el autor de Pasaba yo por los días.
Para Guillermo Márquez Guevara, un joven empresario mexicano, este libro es el ‘afortunado encuentro' de veintiséis voces que buscan con urgencia ser eco que amaine la avalancha de ruido que nos aplasta con la irreflexión de la inmediatez. ‘Con la poesía como nave se puede gravitar del amor a la muerte, de la plenitud al dolor y de la desesperanza a la virtud en tan solo unas líneas', expresó el también estudiante de Literatura.
La periodista ecuatoriana, Glenda Silva, describe el trabajo poético como ‘el éxtasis plasmado en versos que nacieron de momentos envueltos de sombra, pero que también se cubrieron de luz y se elevaron por encima de nosotros (ellos) para caer en bellas lágrimas'.
La experiencia de publicar un libro de poesía no es algo novedoso para Silva, quien ha dado a luz varias obras literarias. La ecuatoriana recitaba desde los 3 años, cosa que abonó su amor por los versos y que más adelante, la llevaron a trabajar en radio hablando –precisamente- de poesía.
En la otra orilla del río está Osvaldo Campos, un ingeniero industrial costarricense que ha encontrado en la poesía el equilibrio perfecto entre lo técnico y lo creativo. Entre los números y las letras, entre lo racional y la imaginación, tal como él mismo lo expresa.
‘La verdad no termino de creerme esto. Es un orgullo poder compartir letras con novelistas, ensayistas y cuentistas reconocidos. Esto me ha dado fuerzas para iniciar un proyecto literario que espero tener listo en la segunda mitad del 2019', dijo Campos.
El panameño Dionisio Guerra, por su parte, destacó que el INAC haya tomado la batuta de ‘una necesidad que existe entre los aspirantes a escritores en Panamá, que es una escuela de formación'.
‘El PROFE, en sus distintas versiones, ha explorado diferentes géneros. De hecho, he estado en el de cuento, teatro y el de poesía. Siento que he podido encontrar herramientas para desarrollar mi propia escritura', añadió el comunicador social.
Con regocijo, desde el otro lado del Atlántico, María Gabriela Bermúdez considera que el programa y como consecuencia la antología, ha sido un trabajo fuerte: ‘poner de acuerdo 26 cerebros, 52 manos y un director de orquesta (Salvador Medina Barahona), que filtró cada letra con tal de exprimir el mejor mosto'.
‘26 lágrimas de luz es, además, un aporte colectivo a la poesía universal contemporánea, por la diversidad de estilos que se agruparon en esta antología y por la temática tan contemporánea que expone cada poeta en sus versos', concluyó la arquitecta venezolana.