Tanto talento pa'na'

De las cinco pelaítas que procrearon, Julia fue la que sacó el talento más grande, y para coronarla, natura le otorgó la mejor cara
  • miércoles 25 de mayo de 2016 - 12:00 AM

Ese había sido siempre el mayor orgullo de las cinco hermanas, el sentimiento se los inculcó la madre desde la primera infancia: ‘Ya saben por qué a su papá lo tengo comiendo de mi mano, por esto que ven aquí', decía mientras se palpaba los glúteos prominentes que habían sido el dolor de cabeza de su marido, un hombre que perdió toda voluntad propia y el carácter lo mandó lejos desde que se casó, pues de soltero y consentido del hogar, pasó a otro en el que no tenía ni voz ni voto, pero sí muchas órdenes que debía obedecer, de lo contrario lo ponían al sol y sin saladito por tres meses.

De las cinco pelaítas que procrearon, Julia fue la que sacó el talento más grande, y para coronarla, natura le otorgó la mejor cara.

‘Todas mis hijas están bien hechas, pero Julia supera a las hermanas en belleza y trasero', se jactaba la madre, quien desde que Julia entró en la adolescencia, la sentó para hablarle a rajatabla: ‘Mi hijita linda y del trasero más grande de la bolita del mundo, usted puede conseguirse al hombre que quiera y con la seguridad de que siempre estará rendido a sus pies, tómese su tiempo y escoja al mejor, no se lo dé a cualquiera, que ese fuas suyo no es para cualquier pelagatos, un hombre bien plantado, con ese se casa y a reinar, hija, a reinar, que el sometido sea él'.

Julia no demoró mucho en la elección, rapidito se antojó de Arturo y en pocos meses de noviazgo se casaron. Cada uno con su pensamiento, ella pensando en reinar y él, en quemar.

El primer llanto vino cuando Arturo se fue solo de fin de semana. Julia lloró todos los días hasta que su madre se enfrentó con Arturo y lo sacó a la fuerza de un toldo. De ese pelea quedaron enemistados, porque el yerno no se dejó vilipendiar de la suegra y le cantó varias verdades, sobre todo la acusó de maltratadora con el esposo.

‘Ese pobre hombre no la deja porque es creyente, si no ya la hubiera cambiado por otra', le gritó, y la madre de Julia se le fue encima advirtiéndole que no repitiera jamás semejante barbaridad o se las vería con ella.

‘Sepa hoy mismo que yo no soy como su marido y que el día que encuentre a otra que me guste más que su hija, la dejo y voy pa'lante', vociferó Arturo y la doñita casi se desmaya de pura rabia. Cuando se calmó, le recordó a gritos todos los atributos físicos de Julia y lo amenazó: ‘No se te ocurra quemarla, tú no estás a su altura y no hay otra como ella'.

‘Váyase al carajo', le contestó Arturo y se encerró con su mujer, que le pidió perdón por la actitud de la madre. Pasaron una semana deliciosa, pero ya el germen de la infidelidad y del cambio estaba en la mente de Arturo, que en una fiesta había conocido a Piedad, con quien se sentía a gusto en todos los aspectos y pronto se enfrentó a su mujer, que no atinó a otra acción que llamar a su madre para que viniera a retener al marido que alistaba las bolsas de ropa y los otros checheritos.

La vieja voló junto con el marido y los tíos de Julia, hallaron al infiel en la puerta y allí mismo fue el enfrasque. Aunque el esposo y los cuñados le pedían que se calmara, que más digno era dejarlo ir que tratar de retenerlo, la mujer estaba fuera de sí.

Lograron que se callara cuando Arturo le gritó ‘de nada vale ese retaguardia descomunal si no sabe a nada'. Tuvieron que agarrarla porque se le disparó el azúcar de pura humillación.

Cuando se recuperó, ella misma mudó a la hija y le exigió que jamás volviera a mencionar a Arturo.

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Natural: Ese es tu seguro contra el queme, hija.

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Corderito: Por este trasero tengo a su padre sometido y mansito.

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