Mi suegra nunca me quiso

Para Rogelio alías ‘flash el rápido', un hombre de barrio, obrero de la construcción, de unos 25 años, que no culminó la educación secundaria por falta de recursos económicos
  • sábado 27 de febrero de 2021 - 12:00 AM

Eran aquellos tiempos en la que la humanidad jamás se imaginó que viviría una pandemia tan dura que cobraría miles de vidas humanas y destruiría la economía mundial.

La ciudad se hacía sentir por doquier por la cantidad de eventos de vida nocturna en bares, cantinas, discotecas, cines y ‘parking' en barriadas de la clase media, alta y en barrios populares.

Para Rogelio alías ‘flash el rá pido', un hombre de barrio, obrero de la construcción, de unos 25 años, que no culminó la educación secundaria por falta de recursos económicos, la semana de trabajo era intensa, muy dura porque tenía que agachar el lomo haciendo mezcla y cargando bloques hasta el quinto piso, por lo que los fines de semana arrancase con sus amigos o parquear hasta altas horas de la noche, era para él el desquite del fin de semana.

En esos encuentros en la calle del vecindario en la que era costumbre hacer vacas, sobre todo los fines de semana, para comprar las pintas y las tiras de chorizos, Rogelio le echó el ojo a Inesita, oriunda de Las Tablas, de apenas 18 años. La mujer era como una mezcla de Sofía Loren y Angelina Jolie, hermosa.

Aunque Inesita no vivía en el mismo barrio de Rogelio, llegaba todos los fines de semana al lugar por invitación de unas amigas de la universidad y para disfrutar de un ambiente diferente al de las aulas de clase. Ella siempre creída, hija de empresario y ex reina de novatada en secundaria. Miraba por arriba del hombro a los chicos que osaban enamorarla. La actitud de la joven cohibió al obrero de la construcción, que se sentía sin oportunidades para conquistar el corazón de la muchacha.

Un día de esos fines de semana, Rogelio se perfumó y se arregló lo mejor que pudo y salió a la calle listo para la conquista. En una esquina Inesita y sus amiguitas reían de forma descontrolada, al punto que él llegó a pensar que se había echado mucho perfume o no estaba bien combinado.

A eso de las 8:00 de la noche la gente empezó a salir de sus casas y la barrida comenzó a coger vida con la música estridente y las humaredas de las barbacoas. Ya era la una de la madrugada y casi todos bailaban al ritmo de reggae. Llegó un momento en que las compinches de Inesita la dejaron sola, momento que aprovechó Rogelio para montar su caballería atreviéndose a invitarla a bailar. En ese momento sonaba ‘Despacito' de Luis Fonsi y Dady Yankke. Ella extendió su mano y salieron a la pista, entre roses, miradas e insinuantes palabras al oído, la delicada muchacha fue flechada por el obrero.

Desde esa noche iniciaron una relación que iba viento en popa hasta el día que Inesita decidió presentarlo a su familia como su novio. Doña Guillermina de nariz respingada no era una mujer fácil de tratar y menos cuando se trataba de yernos o pretendientes de sus cinco hijas, la más pequeña de ellas, Inesita.

Cuando Rogelio estuvo frente a su futura suegra sintió el rechazo de inmediato. La doña, viuda, de buen gusto al vestir y dueña de una inmensa hacienda, con sirvientes, lo reparó de arriba a abajo y le dijo a su hija menor en inglés— Where did you get that scarecrow (de dónde sacaste a este espantapájaros).

Inesita vivía en la antigua área canalera pues su padre como empresario se ganaba los contratos para pintar las casas de las áreas revertidas. Pasaron varios meses para que la muchacha le pidiera a su madre que su novio viviera con ellas. Hubo resistencia por parte de la doña, pero a regañadientes accedió.

Todo aparentaba ir bien, pero con ciertas restricciones para el nuevo inquilino, como la prohibición de sentarse a comer en la misma mesa con la suegra. Un día de octubre Inesita anunció la llegada de la cigüeña, cosa que no fue del agrado de su madre. Cada día que pasaba era un tormento para Rogelio en aquella lujosa residencia. El hombre añoraba sus días de trabajo en los edificios en construcción en la ciudad y reunirse los fines de semanas con los viejos amigos del barrio.

Cumplido los nueve meses de embarazos llegó el momento de dar a Luz Inesita. Durante la labor de parto la muchacha pronunció un nombre, pero no era el de su marido, sino el de un vecino allegado a la familia de doña Guillermina, de nombre Edgar. La criatura no se parecía en nada a su supuesto padre. "Te metieron gato por liebre por cabrón, por fijarte en alguien que no es de tu clase"- le dijo la suegra a Rogelio, en tono de burla.

Inesita no encontraba palabras para explicar la situación, mientras que su madre con alegría veía cómo se desmoronaba aquella relación que inició en una noche de fiesta en el vecindario del cual no debió salir nunca Rogelio. El maltrato siguió con fuertes ofensas, que hería en lo más profundo la dignidad del pobre hombre. Pasaron cinco años, la criatura creció con rasgos muy diferentes al que lo reconoció como su padre. Un 24 de diciembre Rogelio le dijo a Inesita que iría a comprar unos víveres, pero jamás regresó a aquel lugar donde su suegra le demostró que nunca lo quiso.

Rolando Rowley/ especial para El Siglo.

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