Solita en el ‘push'

La retahíla era la misma siempre, tanto que en sus ratos de ocio con sus amigos
  • sábado 12 de mayo de 2018 - 12:00 AM

Era un sábado rutinario, nada amenazaba cambiar el curso de la situación entre Carlos y Briyit que llevaban añales como amantes y ella amenazaba siempre con irse sino pasaba de amante a esposa, desafío que él sorteaba tras encorajinarse y gritarle ‘tú me conociste casado, tú sabías bien que tenía mujer e hijos y que nunca te hablé de dejar a mi esposa…', era esa frase la que no soportaban los oídos de Briyit que se levantaba iracunda dándole bofetadas mientras gritaba: ‘Te he dicho mil veces que no la llames así delante de mí, que me taladras el alma cada vez que te oigo llamarla así, la esposa soy yo que te consiento, que te hago la comida que te gusta que en la cama me pongo como tú lo pidas'.

La retahíla era la misma siempre, tanto que en sus ratos de ocio con sus amigos, Carlos se las recitaba para que ellos se rieran un rato, a ninguno, ni a él mismo, le parecía coherente el supuesto sufrimiento de Briyit, algunos comentaban: ‘Esa guial está medio gufi', ‘actúa como si fuera una chiquilla', ‘deja esa cosa, seguro que te va a meter en un problema cuando menos te lo imagines'; y así fue, ese sábado de su desdicha, Carlos llegó a buscarla con la intención de ir unas dos horas a coger frío en esos sitios donde se supone que la privacidad es tu mejor aliado.

Pero esta vez, a diferencia de siempre, Briyit subió al carro encarada y diciendo: ‘Tienes una cara de felicidad, seguro que anoche lo hiciste con ella, desengáñame, que no me entere por boca de ella misma, porque para que sepas ya sé donde trabaja y si tú no te atreves a decirle lo de nosotros yo sí me atreveré, pronto le llego allá a esa zorra y la pongo en su lugar, que se baje de esa nube, claro, ella está confiada porque tú no le dices nada de lo nuestro, etc.'.

El pito del peligro sonó fuerte en Carlos, quien estacionó el automóvil y la enfrentó duramente: ‘No se te ocurra jamás ir al trabajo de mi esposa, si te metes a loca y lisa, y lo haces, seré yo el que te deje para siempre, ella allá y tú acá, cuándo dejarás de actuar como una pelaíta y dejarás esa actitud ridícula, entiende, por favor, que lo de nosotros es solo sexo, yo te estimo y te aprecio, pero no puedo romper mi hogar por nada ni por nadie'.

El mundo se le vino encima a Briyit, unas lo sentía cuadrado, otras, redondo, y casi sin forma definida cuando se le abalanzó desesperada a su amante y le apretó el cuello; la sorpresa del ataque le impedía a Carlos zafársele, y fue cuando recordó que tenía manos, y empezó con ímpetu a hacerle cosquillas hasta que ella fue aflojando. ‘Díselo tú o se lo digo yo', repetía Briyit llena de angustia, lágrimas y moco. Un Ok seco fue la respuesta de Carlos, que callado manejó hasta el push adonde iban siempre. ‘¿De verdad que se lo vas a decir, seguro, mi amor?', repetía ella, y se le guindó al cuello cuando llegaron al sitio del pecado, así estaba, feliz y golosa y desnudándose para bañarse segura de que había triunfado cuando Carlos le dijo que se metiera al baño que ahí la alcanzaría luego, que iría al carro a buscar sus condones; y aunque ella le dijo que lo hicieran por esa vez sin protección, que quería darle un hijo, él no se dejó cuentear y salió de la recámara a cumplir su objetivo de supuesta protección.

Apenas estuvo fuera del cuarto, activó la alarma para que le abrieran, subió a su carro y se fue mientras Briyit se bañaba meticulosamente para estar limpiecita y caer en los brazos de él. Casi sufre algo irreversible cuando se percató de que su amante la había dejado sola, encerrada y alborotada. Lo llamó desesperada, y la respuesta de Carlos fue: ‘De eso y más soy capaz si se lo dices a mi esposa'.

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