Siempre te amaré

El tiempo, que es justiciero y que va poniendo a cada quien y cada cosa en su lugar, fue mermando los vaivenes del vientre de Alfonso
  • sábado 20 de octubre de 2018 - 12:00 AM

Alfonso confundió la pasión con el amor y dejó atrás su hogar de muchos años, pero se fue como los cobardes que no tienen carácter para decirlo de frente, salió al supermercado a comprar la comida de la quincena y se esfumó con la plata, con el carro y solo con la ropa que llevaba puesta. En la casa lo esperaron el resto del día, la noche completa en agonía rogando que no le hubiera sucedido nada irreversible, mientras, el celular sonaba apagado aumentando la angustia de aquellos cuyo ser querido no volvería más porque estaba en otra casa acomodando el nuevo nido.

Al mediodía siguiente, cuando Sandra se alistaba para salir a poner la denuncia, sonó su celular, la llamaba una desconocida para decirle que no esperara a Alfonso, porque ya él no era de ella. ‘Te quedaste sin marido, oíste, ya no tienes marido, porque Alfonso ahora es mi marido', dijo la lisa que también se supo después que se llamaba Patricia, y soltó una carcajada brutal que por mucho tiempo resonó destructoramente en los oídos de Sandra, quien siguió adelante con sus hijos enfrentada con dignidad a ese golpe de la vida.

El tiempo, que es justiciero y que va poniendo a cada quien y cada cosa en su lugar, fue mermando los vaivenes del vientre de Alfonso, quien empezó a extrañar su hogar, luego se percató de que por cualquier detalle le venía Sandra a la mente, algunas canciones lo ponían melancólico hasta casi las lágrimas, y otras veces soñaba que transitaba como antes por la vereda que daba a su casa. Hizo un alto mental para ordenar las ideas y concluyó que debía hacer algo para recuperar su antiguo hogar, pero, como era un cobarde de los grandes, no tuvo agallas para decírselo a Patricia, quien andaba vuelta el mismo diablo con él porque lo notaba raro y eso le descontrolaba los nervios, tanto que empezó a investigar a la ex de su marido, porque sospechaba que esta se estaba entendiendo con Alfonso.

Sabía todos los datos de la ex de Alfonso, porque este, que perdió todo carácter de hombre apenas entró en amores con ella, se los había dado en los días primeros de la relación, y llegó al trabajo de Sandra, donde le ofreció unos billetes al seguridad para que este le dijera con quién llegaba y con quién salía Sandra. ‘Bueno, no es que yo sea chismoso ni bochinchoso ni lengüilargo ni hablador, pero ella anda con Zapata, el de ventas, dicen, oí por ahí el rumor, el cuento, el comentario, que él le va a sacar una casa de barriada y no de cualquier barriada, una lujosa, porque ese man maneja el billete, y …', aseguró el seguridad que ni cuenta se dio de que Patricia llevaba segundos de haberse ido y que le había dejado dos martinelis en la mano. Hasta ganas le dieron de soltarle tres balazos por tacaña y por no cumplir lo pactado, pero se detuvo porque vio venir al jefe y prefirió no poner en riesgo su trabajo.

Esa misma noche ardió Troya en la casa de Patricia y de Alfonso, porque este miró con pereza el plato de obrero que su mujer le sirvió, y dijo que estaba con el estómago revuelto y que el apetito andaba por Oimiakón, allá en la lejana Rusia. El desaire le quitó toda la alegría a Patricia, quien, mientras sonaba la mesa, gritaba ‘qué ch… te pasa, habla claro, qué es lo que te pasa, tú que te comes hasta un perro muerto vienes a decirme que no tienes hambre'.

Y lo sacudió al no tener respuesta, pero como Alfonso no reaccionaba, le dijo triunfal: ‘Sabes que la zorrita de tu ex ya tiene marido nuevo, un tal Zapata que tiene plata'. Ahora sí reaccionó Alfonso, se levantó de un salto y la sacudió hasta hacerle daño gritándole: ‘No le digas zorrita, tú eres la única zorra y no la calumnies porque soy capaz de…'. No pudo seguir, se derrumbó a llorar como un niño cuando captó que Sandra ya tenía otro manduquero.