Santa Claus, ¿era blanco o negro?
- miércoles 14 de diciembre de 2011 - 12:00 AM
El gerente de Condofagia, empresa dedicada a la manufactura y distribución de preservativos masculinos, quería celebrar ruidosamente con sus empleados una ‘fiesta de locos’, repetía, para festejar juntos Navidad y el megaéxito de su último producto, los ultramodernos condones ‘Hombrón’, que aumentaban, a discreción del usuario, el tamaño y grosor del pene, además de que traían un botoncito invisible, que con solo tocarlo suavemente con la mano izquierda, si el hombre era diestro, y con la derecha, si era zurdo, o con el pulgar de cualquier mano, los ambidiestros, le permitía decidir el momento de eyacular; y si deseaba un chorro de pelao, era cuestión de apretar rápidamente dos veces, y si el anhelo del individuo era un chorrito senil, sencillamente no apretaba otra vez y listo. Y no solo eso, los Hombrón venían en distintos sabores, además de los frutales, la innovación incluía con sabor a zanahoria y tomate, para las vegetarianas, y con sabor a pavo y jamón ahumado, para aquellas que querían sabores navideños.
A todos los colaboradores se les pidió que hicieran su cartita de Navidad. Todo iba bien hasta que anunciaron que el negro Joel haría el papel de Santa Claus, y que entregaría los regalos. María Victoria, la única rubia legítima de la oficina, la delgadísima y la más distinguida por su porte de modelo preguntó: Santa Claus, ¿era blanco o negro? La pregunta causó estruendosas risas de burla. El mismo gerente se rió tanto que los que estaban cerca le vieron las muelas del juicio, y el negro Joel sintió tanta vergüenza que juró que se vengaría de María Victoria. Pensó: ‘Así me muera con el disfraz de Santa Claus puesto, pero la voy a poner a ‘tomar café’ pa que respete y no vuelva a preguntar ahuevazones’.
Y con sed de venganza llegó a la fiesta de Navidad y empezó a repartir regalos. Iba y venía metido en su disfraz entregando premios y chocando las cinco con los otros empleados. Contrario a la norma, entregó primero los de los varones, y dos horas después, empezó con las damas. Les entregó a todas, menos a María Victoria, quien estaba que se mordía las uñas porque no le entregaban las joyas que había pedido. Joel, fingiendo que creía que había entregado todos los regalos, levantó sus manos en señal de despedida y salió en medio de los aplausos y agradecimientos de los felices empleados.
Se metió a un depósito a quitarse el disfraz. ‘Santa, Santa’, llamaba María Victoria, desde la puerta, ‘Santa, disculpe, pero no me dio mi regalo’, repetía una y otra vez. Pase, le contestó Joel. La rubia entró sin imaginarse que Santa estaba desnudo. Parado en una esquina exhibiendo su cuerpo colosal, macizo y prieto como un talingo, Joel le mostraba su regalo, una cajita de color plateado que estaba sobre su pene erecto, cuyo tamaño, acorde con el cuerpo y el peso de su dueño, impresionaron tanto a María Victoria que asustada intentó huir. Joel la haló por un brazo y señalando su miembro le dijo: Ya vio que Santa Claus es negro. ‘Pero es hermoso y grandote’, dijo ella, que del susto pasó a la lujuria y en segundos se deshizo del trajecito que cargaba y, desnuda, le metió mano al falo de Joel, a quien la impresión de ese cuerpo recto y carente de toda curva le hizo olvidar sus deseos de venganza. La apartó bruscamente, pero antes de salir le gritó: Santa Claus no e ra negro ni le gustaban las mujeres flacas.