Revolcon del Barrio

Yo no doy fiao, plata en mano, añadió después de mirar las tetas que subían y bajaban agitadas por el calor y el hambre.
  • viernes 28 de marzo de 2014 - 12:00 AM

‘Chino, yo no tengo plata para pagarte eso, pero, mira, chinito, cóbrate aquí’, le dijo Maritzela al oriental que miró con cara de pocos amigos la carga colosal que le mostraba la mujer.

Yo no doy fiao, plata en mano, añadió después de mirar las tetas que subían y bajaban agitadas por el calor y el hambre.

‘Chinito, fíjate que mis hijos llegan pronto de la escuela y vienen con hambre. Cóbrate aquí’, le dijo nuevamente y para entusiasmarlo se abrió un poquito la blusa sin dejar de decirle ‘cóbrate aquí, chinito’.

‘Paga con plata, chino trabaja con plata’, decía él, pero ya había puesto la mirada en el busto descomunal y respiraba agitado. ‘Estas también valen igual que la plata’, dame ese tanque de gas, insistía Maritzela. ‘Págame con ese’, dijo el hijo de la tierra de Confucio y la cliente supuso que él quería lo normal.

‘Dale, pues’, le dijo, y se acomodó dispuesta a darle fin a ese caso e irse a ver el almuerzo de sus hijos.

Cerró los ojos con la esperanza de que no viendo le sería más llevadero el amargo trago. Respiró profundamente y le dijo ‘dale, chinito’. Tragó grueso por segunda vez y esperó varios segundos. ‘Dale’, gritó, pero la curiosidad le hizo abrir los ojos y se oyó un ay, ‘Dios mío, chinito, todo eso es tuyo’.

Fue una maniobra de fracciones de segundos, se vio de pronto de espalda y oyó al nacido en el país de la seda decirle unas frases que no entendió.

‘Coño, así no fue el trato, chinito, ese no fue el trato, eso tiene otro precio, quítate o te formo una bulla’, decía Maritzela, pero ya era tarde, el de la raza infatigable y trabajadora la tenía sometida y no le tocó otra que esperar.

‘Llévate el gas y hazlo pronto, no debe tardar mi mujer’, pedía el hombre, pero ella, que se sentía humillada, le exigía un pago extra. ‘Ese vale por mil de este’, le dijo furiosa, tanto que a aquel le pareció decidida y prefirió arreglar por la buena. ‘¿Cuánto?’, preguntó también cabreado. Perdieron un tiempo precioso discutiendo la cantidad.

Cuando por fin lograron fijar un estimado ya era tarde. Maritzela guardó el dinero entre el busto y salió por el frente con su tanque de gas. Ya casi cruzaba el área de peligro cuando se topó con la china, que la miró recelosa, pero no dijo nada.

Fue la panameña la que provocó la trifulca al preguntarle ‘qué me miras china macaca’. La última palabra fue la única que entendió la mujer y bastó para enfrentarlas. Se embolillaron un rato en un cuerpo a cuerpo flojo al que pusieron fin unos clientes bondadosos.

Apurada, Maritzela cogió su tanque de gas y se fue para su casa, donde se percató de que no llevaba el fajito de billetes que le había dado el chino.

Pasó la tarde deprimida, no tanto por la plata, sino porque el chino salió ganando, por la baratela de un tanque de gas probó lo que ella cotiza bien caro.

Últimos Videos