Respétame

Cuando enviudó, sacó a los inquilinos de ahí para mudarse ella, porque le resultaba insufrible acostarse sola en su cama matrimonial
  • martes 26 de marzo de 2019 - 12:00 AM

La cama crujió tres veces, todos los que en la sala intentaban distraer el calor, oyeron los ruidos y se miraron el uno al otro con una sonrisa morbosa, ‘está Paulita viviendo', dijo uno, y Alina gritó: ‘Oigan, no coman pan delante de los pobres'. Un ratito antes, Paulita escuchó el ruido del carro de Alberto, y corrió para su cuarto, adonde se podía entrar desde la sala, pero solo ella, que era la única que tenía llave; la recámara también tenía una entrada por fuera, ‘entrada independiente', decía ella en la época en que era una mujer feliz porque tenía marido en casa y alquilaba esa pieza.

Cuando enviudó, sacó a los inquilinos de ahí para mudarse ella, porque le resultaba insufrible acostarse sola en su cama matrimonial; a la que no volvió ni siquiera cuando el tiempo hizo el trabajo de siempre cuando alguien sufre un duelo. En una fiesta familiar conoció a Efraín, quien le alegró los días e hizo realidad sus sueños húmedos, los que volvía realidad siempre en horas de la tarde, sobre todo en las horas de más calor, cuando llegaba en su carro, se asomaba a la sala, saludaba a los otros miembros del hogar y entraba al cuarto de Paulita por la parte de afuera. Entonces, la viuda, que ya no lloraba al difunto, les decía hasta luego a los que en la sala veían televisión y se metía a su recámara tarareando una canción de amor, cerraba con los tres picaportes que le había puesto interiormente a la puerta que comunicaba con la sala, encendía la televisión a toda mecha y también el acondicionador de aire, que había comprado en abonos porque Efraín estaba gordito y la faena a esa hora podía ponerlo en aprietos.

‘Por Dios, no coman pan delante de los pobres', gritó de nuevo Alina cuando escuchó que Paulita daba unos gritos, y pensó que de seguro, Efraín la tendría montada sobre su abdomen prominente e incursionaba por esas rutas prohibidas, por las que, con conocimiento de causa, sabía ella que nada de placer se sentía, sino todo lo contrario. ‘Algo le duele a mi tía Paulita', dijo el niño de la casa, un pelaíto que una amiga de la familia dejó abandonado una lejana tarde mientras ella iba al centro comercial, y no volvió nunca más. ‘No le duele nada, seguro que Efraín le está haciendo cunnilingus', le contestó una tía. Y como el chiquillo preguntó qué era eso, la pariente le explicó que era poner la boca en otra boca y halar y morder.

‘Yo creo que el señor ese está matando a mi tía con la boca, porque se la hala mucho', repitió el pelao que no podía concentrarse en el programa por cuenta de los gritos de Paulita; ‘no la mata nada, nadie se muere de gusto ni de …', aseguró otra tía cuando vieron que frente a la casa paraba un taxi y de él bajó en estampida Efraín que entró a la máxima velocidad que le permitían sus libras de más preguntando a gritos quién tenía llave del cuarto de Paulita. Nadie le contestó, todos quedaron ausentes pensando que estaban viendo un fantasma. ‘Mi mujer salió de la casa en mi carro y vino para acá a matarla', gritó el gordito mientras la familia en pleno se levantó e imitó al expresidente, a punta de mazo tumbaron la puerta y se ocuparon de cobrarle a la mujer de Efraín los golpes dados a su pariente.

Mientras Paulita seguía en el piso malherida, Efraín trataba de liberar a su mujer del pa'trás de la familia ofendida, que triplicó la golpiza recibida por Paulita, a quien sacaron en una ambulancia, seguida de otra en la que iba la mujer de Efraín, quien luego contó que la esposa había descubierto todo por un error de él que olvidó borrar los chats del pecado.

‘Descubrió la vaina y parece que llevaba tiempo siguiéndome, ella cree que se lo voy a perdonar', les aseguró Efraín a los parientes de Paulita, a quienes no pudo convencer para que quitaran la querella criminal en contra de su mujer.

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