La reina despreciada
- sábado 05 de abril de 2014 - 12:00 AM
Se oía ‘regué’ por todas partes. Mientras unos bailaban y coreaban frases en apoyo a su candidata favorita, otros aprovechaban la distracción de los supervisores y de algunas docentes para armar tremenda besuqueadera en el aula desierta. Los más osados se metían en la biblioteca y allí se iban un poquito más allá de los besos, donde la efervescencia juvenil hacía gala.
Régulo, distinguido docente de 51 años, a menudo escuchó a su madre decir: ‘El que se mete con chiquillos, si no sale orinado, sale…’, y siempre lo había tenido presente. Contemplaba el jolgorio de los estudiantes cuando se le acercó Yésika, la más bella del colegio y la candidata con mayores opciones de ganar, y lo haló para que se metiera al baile. Los aplausos y silbidos aprobatorios surgieron casi enseguida por parte de los alumnos. Saber que el profe bailaba bien acentuó el sentimiento de Yésika, quien desde el primer trimestre se sentía atraída por ese ‘halo particular’ que tienen los docentes y que atrae a muchas jóvenes. El día de la coronación de Yésika, quien lucía bellísima, Régulo tuvo que aplicar el refrán de su madre para no ceder a la pasión prohibida. La niña le montó una persecución tan notoria que los comentarios iban y venían, junto con las apuestas de que la reina le tumbaría la trayectoria impecable al profe. Segura de su belleza y de su autoridad de reina, lo invitó a bailar, llevándose la ingrata sorpresa de un no rotundo que no hizo más que avivar en ella el deseo de besarlo y tocarle el cuerpo atlético y fornido. ‘¿Ah, sí?’, se dijo Yésika, ‘ahora va a saber el infeliz que mi abuela tenía razón cuando dijo ‘tetas de mujer tienen mucho poder’. Fue en ese momento que lo vio salir a bailar con otra docente y se fue hasta el centro de la pista y con aires de reina, y sonreída, apartó a la profesora, pero Régulo, que luchaba contra la tentación de meterle mano a la hermosa chiquilla, se retiró dejando a la soberana plantada. Régulo decidió retirarse enseguida para no estar jugando con fuego, pero por esa mala educación del aparato urinario se metió al baño antes de salir. Desde un rincón, cuatro hermosos ojos vieron a Yésika entrar al baño de varones y, creyendo que las reinas también se equivocan, corrieron hacia allá para sacarla del error. Allí, frente al lavamanos, sintió Régulo que un cuerpo tibio se pegaba a su espalda y, aterrado, sin mirar, dijo: ‘permiso’, pero unos senos firmes, turgentes y vírgenes, en vivo y a todo color, lo desarmaron por una fracción de segundos. La apartó bruscamente para salir, pero en ese momento entraban la madre y el novio de Yésika. El chiquillo lo miró con odio, pero la madre, con una mano acomodó el vestido a la hija y con la otra le regaló dos sonoras bofetadas, mientras le decía a Régulo: ‘Gracias por no perjudicar a esta loca’. En ese momento se fue la luz y Régulo aprovechó la oscuridad para salir sin que nadie pudiera verlo. Subió a su carro jurándose que nunca más participaría en fiestas de reinados escolares.