No quiero una cosita

‘No me quieres ni un poquito, me tienes en tan poca estima que consideras que merezco un celular de segunda'
  • domingo 14 de junio de 2015 - 12:00 AM

El sueño de Javier era un celular sofisticado y de paquete. Había tenido uno más o menos moderno, pero viejo, que su mujer le regaló para un cumpleaños. ‘No me quieres ni un poquito, me tienes en tan poca estima que consideras que merezco un celular de segunda', le dijo en esa ocasión a la pobre mujer que con mucho esfuerzo se lo había comprado a un compañero de trabajo. Y la castigó por 46 días, la bella pedía y suplicaba, pero Javier ni la abrazaba siquiera.

Eso, al parecer de ella, ya estaba olvidado, pero el tema volvió apenas Javier supo que pronto sus hijos recibirían el apoyo económico que les brinda el Estado para que estudien con interés y aprendan que si quiero decir ‘no más, ni una más, alto, hasta aquí' debo escribir ¡basta!, y si la intención es referirme a mi ‘inmensa, grande o extensa campiña', entonces escribo vasta. ‘Esta es tu oportunidad de oro para reivindicarte conmigo; con lo que reciban los pelaos alcanza justito para comprarme mi celular moderno y de paquete; además, se acerca el Día del Padre', le dijo a su mujer, que pegó el grito al cielo con un no rotundo. ‘Ellos te van a comprar una cosita, siempre te dan tu regalito', le contestó ella, pero Javier reaccionó con otro grito: ‘No quiero una cosita, quiero un celular nuevecito y caro'.

Pasaron encarados todo el día, pero esa noche Javier la ‘trabajó' bien, por lo que al día siguiente la mujer les dijo a los pelaos que las cosas de ellos tendrían que esperar a que ella cobrara el décimo, porque ‘su papito necesita un celular nuevo, para que lo llamen los clientes que quieren trabajos'. A los chiquillos no les gustó el cuento, estaban tan entusiasmados con la compra de ropa y zapatillas nuevas, pero, como el papá es el papá, firmaron su chequecito y a la salida del banco se lo dieron al buen padre que enseguida se fue a comprar su celular.

Llegó al barrio unas dos horas después, pifiando el aparatito de cuarto en cuarto. Y como en los inquilinatos también hay gente deslenguada y envidiosa, una vecina le gritó: ‘Segurito que te cogiste la plata de tus hijos para comprar esa vaina que ni te luce', etc. Javier le gritó que lo había comprado con la plata de la liquidación, pero de la bocaza de la mujer salió un ‘qué liquidación, si tú llevas dos años y tres meses para'o'. La discusión se tornó violenta porque ella le dijo que lo iba a acusar: ‘Yo sé adónde ir a denunciarte por quitarle la platita a tus hijos'. ‘Anda donde te pique la gana, yo también sé llegar a otro lado a sapear que metes aquí a un pelaíto, yo conozco a la mamá de ese pelao, y esa sí te va a meter los pelos pa' dentro', fue la respuesta de Javier, que no vio que el adolescente plagoso estaba allí, de manera que el ataque fue sorpresivo y nadie supo cómo se formó el revolcón. Varios que miraban la pega se unieron porque no les caía bien el laopecillo, quien llamó a algunos conocidos que llegaron casi enseguida y dispuestos a soltar bala o a repartir filo. Los vecinos, que no eran muy santitos nada, les respondieron con saña y hubo que llamar a la Policía. Cuando volvió el orden y la paz al vecindario, Javier se percató de que no tenía su celular de paquete.

El mundo se le vino encima, corrió a su cuarto, pero no lo halló ni allí ni en ningún otro lado. Para colmo de males, tuvo que recoger sus cosas y mudarse porque le enviaron varios recaditos advirtiéndole que ‘o se mudaba o lo pelaban antes del Día del Padre'. Tuvo que vender sus herramientas de camaronear para pagar la mudanza.

El vecino que le compró las herramientas comentó: ‘Mucha razón tuvo Benjamín Franklin cuando escribió: ‘El que compra lo que no necesita termina vendiendo lo que sí le es necesario'.

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  • Manilargo: Eso lo compraste con la beca de tus pelaos
  • Acusadora: Yo sé adónde debo ir a denunciar tu delito

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