Qué chasco
- martes 15 de agosto de 2017 - 12:00 AM
El refrán dice: ‘Dios los crea y el diablo los junta'. Juventino y Nora eran tal para cual. Él, un viejo libidinoso, parrampán, tracalero, mujeriego, vanidoso, amigo de decir palabras o frases con doble sentido, grosero, obsceno y tacaño aunque pregonaba: ‘En mi cartera siempre cargo, mínimo, 300 dólares'. Nora había nacido con un vientre voraz y, encima, su cuerpo reunía todas las redondeces y abundancias que busca el macho panameño, por lo que, como decía ella misma, ‘yo me cotizo caro'. Fue tan grave la urgencia de su cuerpo que lo soltó tempranito y sin precaución, y así mismo llegó la factura a los nueve meses; y como el hambre no es cosa de un solo día, apenas se recuperó un poquito volvió al ruedo y así siguió hasta que un médico bondadoso la operó para que no llegara a los 21 años con más de cinco hijos. El apetito insaciable se lo heredó a las hijas, quienes pronto le llenaron la casa de nietos, lo que la obligaba a fajarse duro y sacarle la cartera a cualquier hambriento que solicitaba sus caricias. ‘Dale un descansito a esa mota, hasta cuándo le vas a meter porquerías, es que a ti no te duele', le decía la comadre, pero Nora contestaba ‘esa tiene callos, igual le da uno chiquito que uno mediano o grande, además, yo me voy a tirar a quien me salga, porque mi meta es que mi nieta sea la reina de la Semana del Campesino, así me reviente yo el chiquito'. Aunque la fonda era un hervidero humano, Nora pasó de largo frente a los que le pedían ‘dos sancochos, un mondongo a la culona, patacones con carne ahumada, y se fue derechito donde Juventino, quien le dijo: Tráeme una sopa levantamuertos, que se me quiere caer. Nora torció los ojos maquillados y le susurró ‘Ay, don Juventino, ese muerto ya no se levanta ni con un barril de sopa de pata de caballo'. Esas palabras le dolieron al viejo en lo más profundo del alma, y masculló ‘esa perra me las va a pagar'. Reunió una a una todas las fuerzas perdidas y le dijo: ¿Cuándo me lo da para que vea que este no está muerto todavía? Era esa la reacción que perseguía Nora, enredarse con Juventino para salir con él, comérselo y saquearle la cartera que, supuestamente, estaba repletita de verdes. Puso su mejor cara seductora y le dijo ‘Ay, ‘Juve', tú siempre malinterpretando lo que oyes, cómo se te ocurre que yo voy a pensar que ya tú estás muerto para el mundo, si yo supe por ahí que tú aún estás más fuerte que un toro bravo, que revientas cadera, c… y cuanto te pongan al frente'. Al viejo casi se le salen las lágrimas de pura vanidad y le contestó: Pues, mire Norita, no se quede con ‘el me dijeron', viva usted misma la experiencia directa, la paso a buscar esta tarde y la llevo a un hotel bien bonito que hay en medio de un rastrojal, no deje que le echen cuento, pida el número que quiera que yo, Juventino Batista Fernández, se lo canto en carne viva. Llegaron al punto a media tarde y Juventino se desvistió a medias, temeroso de que una hormiga subiera por sus genitales y se los volviera inservibles. ‘Quítate el pantalón', pedía Nora, pero el viejo estaba cuidando su cartera, y allí mismo, recostados a un guayacán tiraron un numerito corto y mediocre. ‘Pura bulla este don', pensó Nora, pero, para distraerlo, le dijo ‘mucho zamarro el que te jalas'. La vanidad hizo que Juventino bajara la guardia y en ese segundo en que él le decía ‘herencia de mi abuelo de Sudáfrica' ella le sacó la cartera. Caían las primeras sombras cuando Nora llegó a su casa, se metió a su cuarto a revisar la cartera de Juventino. La desilusión le sacó una lágrima: estaba llena de papeles, pero vacía de dinero, solo halló dos martinelis oxidados…