¡Ocú lo más bello!
- viernes 24 de septiembre de 2010 - 12:00 AM
Desde pequeños sus padres le inculcaron buenos modales y las buenas costumbres, pero al haberse casado con una mujer de los barrios duros, el hombre cambio, ya que ahora ni ella misma lo soporta, y es que, no sale de las cantinas de calle 18, donde se enamoró de otra mujer, precisamente la salonera, con quien se fue a vivir a un cuarto por calle K y la Peatonal.
Se trata de Carmelo, un hombre que era el ejemplo del barrio, ya que no libaba, no fumaba, no quemaba a su mujer, y mucho menos cogía drogas, lo contrario de otros vecinos que eran viciosos y corruptos. Por eso su esposa Sandra, no estaba satisfecha con su pareja, con quien tenía dos hijos, el junior y la mujercita, que son los ojos de papá.
En una ocasión, la propia Sandra preocupada que Carmelo, no le gustaba el futbol, mucho menos el béisbol y para que hablar de jugar dominó en la esquina con los vecinos, se ponía a leer novelas literarias, entre estos los de Gabriel García Márquez, especialmente Cien Años de Soledad.
Por eso la insistencia de Sandra era ver a su esposo, haciendo lo mismo que los vecinos y amigos, que se bajara sus pintas bien frías, que jugara futbol como lo hace todo el mundo o que echara su cana al aire.
Tanto dio la mujer, que logró que Carmelo entrara a una cantina de Calle 18 a tomarse algunas cervezas,---ya que dos no hacen daño---, donde empezó a frecuentar todos los viernes, pero no porque las cervezas estuvieran bien frías, sino porque se hizo amigo de Salomé, la salonera, oriunda de las Minas de Ocú, donde alguien dijo: ¡Ocú lo más bello!
Sandra al principio estaba contenta, porque a parte que su pareja se estaba ‘desaguebando’, ella podía ponerle los cuernos con un hidustán que le presta dinero y reside en la misma calle 18 y Peatonal.
Una noche Salomé invitó a Carmelo a su cuarto, quien al principio tuvo temor, porque la mujer tiene unas nalgas grandes y senos calientes y no quería quedar como un ‘huevín’, pero ante las tocadas y sobadas en partes blandas y ---luego duras---, accedió a complacer los ruegos---si a eso le llaman ruegos---, abordaron un taxi, aunque el cuarto estaba a la otra cuadra, pero era para evitar a los chismosos.
En el cuarto Salomé empezó a hacerle un baile erótico, pero Carmelo sacó una novela de García Márquez---pensando que la mujer era letrada--- y le preguntó, ¿Mami, tú has leído, El Coronel no tiene quien le escriba!, lo que molestó a la mujer, que le pidió que se acomodara, que le iba hacer un cromado---el hombre no sabía que era un cromado---, por eso insistió que si había leído, Hojarasca , lo que emputó más a la mujer que estaba desnuda, lo agarró por el brazo, le quitó el pantalón, lo sentó sobre una mecedora y se le sentó encima, hamaquiándose por la parte trasera, que empezó a gustarle al hombre, quien pedía más y mucho más.
Carmelo aprendió otras cosas, como bajar pozos, que por casi vuelve loca a la mujer, la doble matanza, el 69 y lo mejor fue cuando se puso en retaguardia y empezó a buscarle salida donde no hay salidas, mientras que la novela del famoso escritor colombiano, quedó en el piso, ya que el hombre estaba escribiendo su propia historia.
De repente Carmelo, aprovechando que Sandra estaba en la escuela de los pelaos, sacó sus ropas y otros chécheres y se mandó a mudar con Salomé, con quien vive ahora, ha pesar que es cerca donde reside su esposa e hijos.
Ahora Sandra no sabe que hacer para recuperar a su esposo,---aunque lo quema con el hisdustán---pero es porque le presta dinero, pero es plata por nalgas---, le fue hacer un escándalo a la intrusa, pero cuando oye detrás de la puerta, los quejidos de Salomé y los exigencias de su ahora ex marido, cuando decía…¡Ocú lo más bello!, que motivó que se fuera, y ahora se reprocha haberle insinuado irse a dar la gran vida con los amigos, mientras que ahora estará más de cien años de soledad.