Nuera estudiosa

Por fin callaría a las vecinas y a las tías del muchacho, quienes llevaban rato gritando ¡al agua! cada vez que lo veían
  • martes 28 de abril de 2015 - 12:00 AM

Por fin callaría a las vecinas y a las tías del muchacho, quienes llevaban rato gritando ¡al agua! cada vez que lo veían. El entusiasmo la hizo olvidar preguntar detalles de la futura nuera, quien resultó llamarse Pamela.

Pero el día en que Jairo la trajo para que la conociera, enseguida supo que la muchacha carecía del principal requisito que ella le había pedido al hijo para la que él eligiera como novia: estudios universitarios. ¿Cuántos años tienes y qué estudias?, le preguntó. Pamela dijo que no estudiaba ni tenía intenciones de hacerlo, por lo que Eugenia se santiguó y le avisó que tenía que retomar los estudios. Es que me da pereza, eso de estudiar no es para mí, decía la muchacha, pero Eugenia se plantó y le exigió que estudiara.

La muchacha aceptó y tras una semana del casamiento reinició las clases para terminar el bachillerato en una escuela particular de jóvenes y adultos en la que la misma suegra la matriculó. Y enseguida empezó a flaquear en todas las asignaturas, sobre todo en Química, por lo que Eugenia, siguiendo los consejos del docente guapo y joven que dictaba esta clase, le contrató un profesor particular, un don de muchos años y pocos pelos en la cabeza, quien dictaba las clases en su apartamento.

Todo iba bien hasta que Pamela se levantó un domingo apresurada y anunció que debía salir cuanto antes porque ese día el profesor particular le explicaría todo el tema del trimestral.

A Eugenia le pareció que había algo raro, por lo que sentó a la nuera y la interrogó, pero esta se puso a llorar y dijo que le dolía en el alma que dudara de ella siendo que se esforzaba tanto estudiando solo por amor a Jairo. La convenció y salió, supuestamente, rumbo al apartamento, adonde al rato llegó la suegra.

El viejo profesor no se negó a que la ofuscada Eugenia revisara toda la casa en busca de la nuera, pero se convenció al no hallar a nadie ni debajo de las camas. Regresó a la casa y le contó a Jairo, quien ya tenía una sospechita.

Y fueron directo al sitio donde estaban comiendo acarameladitos su mujer con un desconocido, quien no pudo esquivar los golpes certeros que le asestó Eugenia mientras Jairo sacaba a Pamela por las greñas.

Tratando de desquitarse a Eugneia, el otro rompió un par de platos y se le cayeron los lentes. Fue en ese momento que ella reconoció al hombre: era el profesor de Química, el mismo que le había aconsejado que le buscara un docente particular a Pamela, porque esta no daba bola en las clases.

‘Mañana mismo voy a la escuela a denunciarlo', le dijo Eugenia y lo cumplió, por lo que el profesor quedó botado y hasta donde la esposa fue ella a llevarle el cuento, para que sufriera doble castigo y no volviera a golosearse a la mujer de su hijo Jairo.

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