No la llames así
- domingo 16 de octubre de 2016 - 12:00 AM
Fernando se apagó apenas comprobó que su amada esposa tenía otro; perdió el ánimo de trabajar, reír, comer, hablar y hasta chatear. Por días estuvo el feliz aparato tranquilito. Mientras no comía ni bebía ni usaba el celular todo estaba bien, pero cuando descubrió que una fría le apaciguaba el dolor, la madre se preocupó.
Qué va, este dolor se me quitará el día que me muera, le dijo Fernando a la progenitora, quien llamó a una amiga de su exnuera para que Fernando le preguntara algunos detallitos que quizás aquella sabría y que el afectado consideraba que lo ayudarían a salir del calvario. ‘Yo solo quiero saber quién es, cómo es, dónde trabaja, si es casado, desde cuándo anda con mi esposa y…', decía Fernando, pero no pudo continuar su cuestionario porque la mamá lo paró en seco: ‘ten orgullo de hombre, por Dios, no nombres a Rebeca como tu esposa, porque ella dejó de serlo desde el instante preciso en que se le abrió al otro, oíste, llámala Rebeca a secas o Rebeca la zorra, pero no tu esposa'.
Aquella no reparó en el rostro bañado en lágrimas del hijo cachudo que no tenía palabras para describir cómo le taladraba las entrañas la expresión ‘Rebeca se lo dio a otro'. Siguió aquella diciendo que la ex no merecía ni una gota de lágrima de hombre, porque había faltado al deber más elemental y como mujer no valía pero ni medio aguacate. Tras una larga hora se calló y llamó a Samantha, la amiga íntima de la ‘pecadora'.
‘Mire, doñita, sabrá que me hace un honor usted con llamarme, pero fíjese que al mismo tiempo qué pena siento por usted y por su hijo, créame que yo le di muchas orientaciones a Rebeca, pero no pude cambiar la decisión de ella', dijo Samantha y aceptó hablar con Fernando, quien tardó media hora en hablar porque el llanto lo ahogaba, ni qué contar de la paciencia de Samantha para esperar mientras le hablaba dulcemente y hasta una nana le cantó con el fin de tranquilizarlo. ‘Iré mañana a la casa de él a conversar personalmente', anunció Samantha a la madre de Fernando, porque a este el llanto lo dominaba y no se le entendía nada. Al llegar Samantha, Fernando se le abalanzó y lloró media hora sobre el regazo suculento de aquella.
Luego de esa primera sesión siguieron varias, tan efectivas que a la semana ya Fernando comía con la misma glotonería de antes y se puso al día en el trabajo. Ahora todo era ilusión con Samantha, pero ‘solo de estricta amistad', pregonaba él y todos le creían porque la amiga tenía ya incontables primaveras, no era guapa ni de nalgas abundantes, como le gustaban a Fernando.
Sin embargo, tal como señala el refrán, ‘nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde', a la candente Rebeca no le fue tan bien como anhelaba, el nuevo tenía el cheque molidito y le tocaba a ella diligenciar los recursos para el pebre, porque lo que compraba el marido solo alcanzaba para cinco días, en adelante era Rebeca la responsable de los tres golpes. Quiso volver con Fernando, pero Samantha lo tenía bien aleccionado y él la rechazó. ‘Seguro que supo que estás gestionando un préstamo para comprarte un carro y por eso quiere volver contigo', le dijo Samantha y lo convenció.
Fernando no se dejó tentar y siguió feliz, ya se había acostumbrado a su soledad, y no le interesó exponerse a otro dolor del corazón. Pero como el destino de cada quien está trazado, pronto su alma se estremeció de nuevo, porque le dieron el cheque del préstamo que fue a cambiar con Samantha, y no regresó esa tarde a su casa. Su madre lo halló en un hospital al día siguiente. ‘Lo trajeron unos policías, lo hallaron desmayado en una calle solitaria, no traía ningún documento ni nada de dinero', le dijeron a la mamá, y ni ella ni Fernando lograron tener más noticias de Samantha.