Que nadie llore

Alcides llevaba años insultando a su mujer porque no llegaba el anhelado heredero
  • viernes 04 de julio de 2014 - 12:00 AM

Alcides llevaba años insultando a su mujer porque no llegaba el anhelado heredero. ¿Cuándo va a parir ese vientre?, fue el saludo que le dio a Gertrudis el día de su cumpleaños. El llanto, que ya se había hecho costumbre, fue la respuesta de la pobre esposa, que una vez más no se atrevió a decirle que todos los exámenes revelaron que ella no era la del problema, que quizás él necesitaba algún tratamiento, que fuera a que le practicaran algunos estudios.

‘Vamos a hablar claro, deja ya la lloriqueadera y mírame de frente, puedes o no, porque si no puedes yo busco una chola que me haga papá, no creas que por tu incapacidad yo me voy a ir del mundo sin dejar mi semillita’, continuó el azote del hombre, que no recibió respuesta, solo lágrimas. Y, en el colmo de la maldad y la desfachatez, dijo sin reparos ni consideración hacia la esposa que solo había hecho amarlo más allá de los límites de la prudencia: ‘Tu silencio me dice que apruebas que dé machete por fuera para buscar mi pela’o, y te advierto que no quiero lamentos ni lloradera, tú tienes la culpa por no haberme complacido, etc., etc.’

‘Que nadie llore’, llegó diciendo una tarde frente a sus vecinos que se habían reunido para disfrutar la fiestecita que la buena Gertrudis le había organizado por su nuevo cargo en un ministerio. Y agregó inmisericorde: Voy a ser papá. Todos miraron a la esposa que lloraba en silencio, pero Alcides les aclaró enseguida: No es con ella, es con otra, una cholita, mi mujer no puede.

Una mano femenina le tapó la boca de un solo golpe y le gritó: La vida te castigará por bocón y desconsiderado. Alcides reaccionó con una carcajada y sacó a la dama de la fiesta. No cambió de actitud, al contrario, la situación empeoró para la pobre Gertrudis, quien tuvo que pedir un préstamo para que su marido cumpliera con lo que la otra exigía para el bebé, que resultó ser varón y en nada se parecía a Alcides, que lo llevó a su trabajo y adonde toda la parentela a presentarlo. ¿Y esa jeta?, le dijo una prima tan deslenguada como él. Alcides miró a su hijo y mencionó al pariente lejísimo que vino de las Antillas a trabajar en la construcción del Canal. La bocona puso cara de asombro, pero no pudo seguir porque un grandulón pedía hablar a solas con el orgulloso papá de Alcidín. ‘Vine de ‘Canto del Rayo’ a decirte en tu cara que ese pela’o es mi hijo, ese es un Membache de pura cepa’, advirtió el desconocido y entre los dos formaron una gritería que les impedía entender a los presentes, quienes tuvieron que llamar a la Policía, cuando el otro sacó un arma de fuego. Luego, pese a la oposición de Alcides, las autoridades ordenaron una prueba de ADN. Mientras esperaban el resultado, Alcides se dio gusto mortificando a su mujer. Fueron días difíciles para Gertrudis, pero solo ella se presentó al hospital cuando él sufrió una crisis de histeria al saber que Alcidín no era su hijo.

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