Médico chimbo
- sábado 25 de febrero de 2017 - 12:00 AM
Fernando casi sufre un soponcio de pura rabia cuando la esposa llegó de la cita de control del embarazo y le comunicó a rajatabla que el médico había dado orden terminante de que ni siquiera la tocara hasta cinco meses después del nacimiento del primer hijo de ambos, que apenas llevaba tres meses de gestación. Al hombre se le cayó la mitad del mundo y la lengua se le puso perezosa; pasó toda la tarde llorando y contando los días que faltaban para volver a comer cuca. Fue al anochecer que recuperó el habla y le preguntó a su mujer si el doctor había dicho que aunque sea le podía dar una tocadita, pero Miroslava no tuvo piedad de él y le contestó en sílabas: Na-da ni u-na to-ca-di-ta na-da de na-da. Y añadió: ‘Viste, si hubieras ido conmigo al médico tú mismo hubieras oído de primera mano todas las prohibiciones'.
Se arrepintió de no haber ido con su mujer a la cita médica, pero le creyó todo. Para amortiguar el sufrimiento y evitar cualquier tentación, decidió irse a dormir con ‘Mostrito', un perrito tinaquero que él mismo trajo a la casa, el animalito pasó desvelado toda la noche, mirándolo compasivamente y en silencio. Allá amaneció el sábado de Carnaval, entregado a su pena, que aumentó cuando Miroslava fue a avisarle que se iba para el centro comercial a comprar la ropita que llevaría a Capira el domingo a disfrutar los culecos.
Fernando oyó el mensaje, pero no lo procesó hasta media hora después, cuando Miroslava ya se había ido. La llamó airado: ‘Cómo que te hace daño dármelo, pero no te afecta ir a saltar a los culecos', le gritó. ‘Ya yo te dije lo que dijo el doctor, y aquí el médico es él, tú eres nadie para refutar sus recomendaciones', le contestó Miroslava.
No pudo con la rabia y se fue para el centro comercial, dispuesto a cogerla a puñete por insolente de pensar siquiera en irse a culequear con esa barriga. Recorrió, rabioso, varios almacenes en busca de Miroslava, a quien parecía que la tierra se la había tragado.
En vano peinó dos veces la lista completa de tiendas de ropa femenina. La llamó varias veces, pero ella había apagado su celular para evitar discusiones que, según dijo ella después, también había prohibido el galeno. Tuvo que volver a su hogar, más rabioso y desolado que antes. Al no encontrarla en la casa decidió ir a la parada. Allí se plantó repasando la retahíla que le diría en cuanto la viera. Los conocidos que esperaban bus le preguntaron qué le pasaba, y Fernando contestó: ‘Aquí esperando a mi mujer para romperle todas esas porquerías que compró'. Los oyentes le dijeron que se fuera para la casa, que el hombre prudente no discute con su mujer en tiempos de Carnaval, mucho menos si está embrazada. No pudo contestarles, porque de un bus bajó Miroslava y él le arrebató los cartuchos, y uno a uno fue sacando todo el contenido que lanzó debajo del transporte, cuyo conductor aceleró al presentir que habría problemas. La pérdida de las prendas de los culecos puso histérica a Miroslava, quien le cayó a bofetadas a su marido que no pudo sufrir el castigo. Sacó su diestra y de un solo golpe la puso a comer piso; enseguida se aglomeraron los curiosos y los defensores de la dama preñada. Dos pelaos de mala pinta intentaban someter a Fernando, quien se defendía con puntapiés. Una doñita, alarmada porque el golpe le provocara un aborto a Miroslava, llamó a la Policía. La respuesta llegó breve; y todos, hasta los que habían llegado después del suceso, aseguraron que Fernando había agarrado a su mujer y sin ningún motivo la empujó, le pegó y la tiró al piso sin compasión ni respeto por su embarazo. ‘Va preso hasta el Miércoles de Ceniza a la una en punto, para que se joda, seguro que le pegaba a su mujer porque quería irse con la otra para el interior', dijo el corregidor.