Con las maletas listas
- sábado 23 de septiembre de 2017 - 12:00 AM
Hermes contaba los días que faltaban para irse definitivamente de su hogar; la casa le resultaba la antesala del infierno. Pura rabia era su pasar con los verdaderamente suyos, a quienes ahora no soportaba, y lo demostraba con una sucesión de rabietas y malos tratos de palabra y de hecho. Mientras que esperaba el sí de Natasha para dejar todo y establecerse juntos se mantenía en su hogar, para evitarse el pago de alquiler. ‘Vivo en mi casa solo hasta que mi mujer, mi verdadera mujer, o sea Natasha, me dé el go, pero ya yo estoy con las maletas listas desde hace tiempo para irme con ella', les decía a sus amigos, quienes lo prevenían para evitarle el dolor de un descalabro: ‘Cuidado, Hermes, cuidado con una decepción, nos parece rara la actitud de ella, nunca te exige tiempo, solo plata, no le interesa salir contigo, solo el vil metal que tú le das'.
Las recomendaciones de los amigos enfurecían a Hermes, quien creía ciegamente en el amor de la suculenta y bella Natasha, a la que los encantos físicos adornaban con plenitud, aunque en la intimidad era perezosa y aburrida, defectitos que él no veía porque cuando estaban juntos se volvía puras mieles con ella. Contario al panorama cuando estaba con la amante era su actitud en el hogar, donde casi no podía vivir, no porque lo maltrataran allá, sino porque era tanto el amor por la amante que ahora, sus hijos y su esposa le parecían los culpables de que él tuviera que vivir separado de Natasha. A menudo se le oía el pregón con las maletas listas, para referirse a que estaba preparado y solo en espera del aviso de Natasha para cambiar de nido. Fue por esos días de espera que cometió el error de pegarles a sus hijos, por una tontería que dijeron los pelaos sobre la unión familiar, y ese comentario lo desquició tanto que agarró varias sillas del juego de comedor y las estrelló contra la pared hasta que las redujo a pedacitos de madera; su hijita menor se asustó tanto que cayó en una crisis de asma y hubo que buscar ayuda médica para lo que Hermes no colaboró, indiferente a todo lo que oliera a hogar.
Tras el incidente, llamó medio furioso a Natasha para preguntarle cuándo dejaría el hogar matrimonial para irse con él, y le repitió el cuento de ‘ya estoy con las maletas listas, ya tengo mis maletas hechas, por favor, cuándo dejas a ese infeliz para mudarte conmigo, ya estoy con las maletas listas'. La mujer le respondió que la estaba cabreando con esa historia, que cambiara de actitud y se llenara de paciencia para esperar o ella lo borraba del libro de su vida. Deja de joder y espera, que ya me estoy cansando, si tienes las maletas listas eso es problema tuyo, yo nunca te he dado fecha, siempre te he dicho que hay que esperar'.
La respuesta de Natasha casi lo derrumba, su malhumor creció al punto que en su casa formó una rabieta descomunal, esta vez arremetió contra las fotos familiares y con una tijera las volvió montoncitos de papel, al tiempo que profería las peores palabras que sus hijos jamás le habían escuchado. Lo levantó de esa crisis la llamada amorosa de Natasha, y salió a encontrarse con ella. Tuvo que sacar todos sus ahorros porque la bella estaba en un apuro grande, acusada por su supuesto esposo de tomarle esa cantidad de dinero que él guardaba debajo del colchón.
‘Se la devuelvo y me voy enseguida de la casa', le dijo la suculenta, y Hermes feliz le soltó el billullo, y volvió a su hogar solo por las maletas, pues acordaron encontrarse esa misma tarde para formalizar lo suyo. Tras tres horas de espera, Hermes marcó el número de Natasha, que sonaba apagado. Insistió hasta la madrugada, cuando ella le contestó ‘ya estoy bien lejos de Panamá, en un viaje con mi marido y mis hijos, nosotros sí estábamos de verdad con las maletas listas'.