Machete en mano

José es un hombre que llegó limpio a la capital, procedente de Las Palmas, Veraguas, pero después de pasar algunas penurias, durmiendo e...
  • miércoles 20 de abril de 2011 - 12:00 AM

José es un hombre que llegó limpio a la capital, procedente de Las Palmas, Veraguas, pero después de pasar algunas penurias, durmiendo en parques o debajo de puentes, logró conseguir trabajo como ayudante de albañil. Su vida dio un nuevo giro y pudo alquilar un cuartito por Cerro Batea, en San Miguelito.

Cuando decidió probar suerte en la capital, dejó allá en Las Palmas dejó a su mujer ---Silvestra---con dos hijos, pero no estaba apurado a que vinieran a la capital porque él empezaba a disfrutar de la vida, no salía de los toldos malolientes, de las cantinas y de sitios en los que el licor y el vicio son parte de la distracción.

¡Pero eso sí…era un hombre que cumplía con su trabajo!, por eso, de madrugada subía a su diablo rojo, que lo llevaba a un sector de la Tumba Muerto, donde se construye un edificio, en el que laboraba como ayudante para hacer mezcla y colar arena.

En la construcción había una fonda, propiedad de una mujer de Los Olivos de Los Santos, que le fiaba comida a todos los obreros. Algunos le pagaban y otros se mandaban a perder, sin importarles que la mujer tenía algunos problemas para caminar, pues sufrió un accidente hace 13 años en su pueblo natal.

José y Mercedes ---como se llama la santeña--- se hicieron buenos amigos, por eso dejó de cobrarle las comidas y en su lugar se las sumaba a otros obreros que no sabían leer. Esto llegó a oídos del capataz, quien se limitó a advertirle que esa mujer podría traerle problemas porque es de armas tomar.

un sábado en la tarde, cuando todos los otros obreros se retiraron, la santeña estaba en su local y José la convidó a tomarse algunos tragos en el piso 12. Él había comprado una media botella de seco que iba a mezclar con leche. La invitación fue aceptaba, pero le aclaró que ella iba solo a tomar y nada más.

Y como por allí dicen que después del tercer trago no hay compromiso que valga, José empezó a manosear y a besar a Mercedes y como tenía tiempo que no sabían cómo se hace, acomodaron un tablón, la puso en posición atrevida y quedaron haciéndolo. Ambos salieron por partes diferentes, mientras que el capataz, en la oficina, verificaba la planilla para el próximo lunes, pues tenía que botar a 20 obreros.

Pasaron los días, las semanas y al segundo mes, la santeña empezó a sentir mareos. Fue al médico, quien le aseguró que estaba embarazada. Al llegar a su casa trató de meterle ese gol de lechuza a su marido Fernando, quien lo negó y le aclaró que él conocía de sus andanzas con el albañil.

Se formó el revulú porque esa misma semana llegó Silvestra, la mujer de José, con los dos hijos y fueron directo a la construcción, donde el hombre se sorprendió al verlos allí. Al mismo tiempo llegó un policía con boleta en mano, era una citación del Juzgado de Menores, porque Mercedes asegura que de ese sábado en la tarde, bajo los efectos del seco y la leche, cayó ante la tentación de la carne, y sin duda alguna quedó embarazada y ahora no sabe qué hacer, porque se le vino el cielo mundo y Fernando, su marido, se mandó a perder.

Al verse las caras, las dos mujeres se enfrascaron, pero Mercedes salió con la peor parte, porque tiene una discapacidad. José se vio obligado a darle dinero a la santeña, quien se hizo un aborto en una clínica privada. Y Silvestra, con machete en mano, vigila de noche y de día a su hombre y no permite que ninguna mujer se le acerque, aunque sean de armas tomar.

Últimos Videos