Los apurados

Los segundos y los minutos parecían volar para el hombre, que no podía inventar una respuesta.
  • sábado 17 de diciembre de 2016 - 12:00 AM

Por decisión unánime tomada en enero, se acordó que la fecha de repartición de los dividendos de la cooperativa ‘Sin trampa y al contado' sería el lunes de la tercera semana de diciembre, y que esta norma no podría ser cambiada. Como siempre, algunos socios querían que se adelantara el pago. ‘La plata es de nosotros y por eso tenemos derecho a pedir que la entreguen ya', repetían por ahí, liderados por Francisco, quien dijo en el minisúper: ‘Si no me dan mis ahorros ya, el otro año no participo en el club, a ver si van a encontrar otro socio que muela el maíz más rápido que yo'.

Su deseo se volvió realidad, porque Nadia, esposa del socio Elías y quien anhelaba con todas las fuerzas de sus 200 libras que repartieran la plata antes de la fecha, aprovechó los comentarios de Francisco para pescar en río revuelto. Con cara de mártir le dijo a Leonela, la tesorera: ‘Por ahí anda uno apurado a que entreguen ya la plata del club, dice que por algo será que usted no la quiere entregar ya'.

Leonela le sacó fácilmente el nombre del apurado y se pintó de guerra para llegar a la casa de Francisco. Entró gritándole: ‘¿Qué ch… es lo que tienes que decirme?, sé machito y dímelo en mi cara?'.

El hombre no reculó ni se aculilló, con firmeza le dijo: ‘Sí, pilla, yo exijo que me den ya lo que me toca, no puedo esperar porque más porque no me da la gana'.

La reacción de Francisco la dejó fría, el hombre, por sus lazos con cacos profesionales, podría ser peligroso, de manera que Leonela prefirió andar con cautela y le dijo que haría una reunión con todos los socios para que dieran su parecer. Enseguida cogió camino para la casa de Elías, quien debía un platal que ella le había prestado sin interés porque él le habló de un caso muy privado, urgente y familiar.

‘Elías, necesito ya que me devuelva los 1000 dólares, hay socios apurados a que se reparta ya la plata y yo no quiero andar en boca de nadie', le dijo al hombre, quien palideció tanto que su propia mujer se alarmó, pero no por eso dejó de preguntarle, totalmente descompuesta, para qué había pedido ese dineral sin decirle a ella.

¿Cómo que tú no lo sabías?, le dijo Leonela y se retiró, dejando a la pareja sumida en una pelea verbal que pronto adquirió niveles de peligrosidad, pues Nadia, armada con un bate de béisbol que se había ganado Elías en una tómbola, lo amenazaba con partírselo en la cabeza si no le daba una explicación convincente de la razón del préstamo. Sufriendo como un condenado a muerte, Elías buscaba desesperadamente una razón creíble mientras ella lo amagaba con el bate gritando ¡¡¡1000 dólares, para qué, para qué!!!

Los segundos y los minutos parecían volar para el hombre, que no podía inventar una respuesta. Cuando vio que su mujer levantaba el bate y oyó un sonido de látigo cerca de su oreja, gritó: ‘Yo pagué los gastos del sepelio del abuelo Nacho'.

Nadia bajó el bate y lo abrazó diciéndole: ‘Ay, mi flaco lindo, discúlpame por haber pensado mal de ti en este mes que es de compartir'. Pero no pudo con el orgullo y llamó a varias primas para alabar a su marido que ‘solito había corrido con los gastos mortuorios del abuelito Nacho'. La noticia se difundió de inmediato y las reacciones surgieron violentas: ‘No hables pendejadas, esos gastos se pagaron con los ahorros que el abuelo tenía en un motete, al contrario, ahí había mucho más de lo que se gastó y todos sabemos que Elías se cogió la plata que sobró', le chatearon.

No se supo cómo fue el enfrasque, pero Elías pasó un mes hospitalizado por los golpes que le dio Nadia. De lo que le tocaba en el club le descontaron la deuda, y solo le quedó 89 centavos que nunca retiró.