Que te laven allá
- sábado 13 de agosto de 2016 - 12:00 AM
El drama de la segunda mujer existe desde tiempos remotos en todas las culturas; hoy se le llama la amante, para nombrarla con más elegancia, pero también es conocida como el segundo frente, la quitafrío, la intrusa, la zorra, la entrometida. El único denominador común de estas damas es que todas exigen que el hombre les dé platita, sin ese recurso no hay trato. Para ellas solo vale la fórmula amor plata cama. Sol le hacía honor al nombrecito, su cara linda combinaba a la perfección con su cuerpo de formas rotundas. ‘Tienes un cuerpo que invita al pecado', le dijeron la primera vez que salió a la calle con un pantalón refajadito. El pecado apareció cuando conoció a Ricardo, casado y con hijos de la edad de ella, lo que no le impidió a él empezar un romance que ya llevaba veinte años en la clandestinidad, él le pagó los estudios, además de que la casa donde ella vivía, su comida y su ropa corrían por cuenta de él. ‘No es de hombres con los h… bien puestos contar lo que pasa allá', le decía ella cuando Ricardo intentaba ponerle las quejas de la esposa. Y se quedaba encarado un rato hasta que Sol le repetía el pregón: ‘Que te quede clarito, ella allá y yo acá'. Mientras, en la casa le formaban un plequepleque casi diario emplazándolo a dejar a Sol o ‘se cumplían las amenazas'.
Los familiares le recomendaban prudencia, porque Leti, la esposa, era de familia arrestada y aunque nunca hablaba de darle filo a él o a la otra, ‘el diablo es puerco y en cualquier rato te agarra desprevenido', le decían, pero Ricardo no planeaba soltar a la amante y les contestaba ‘no se preocupen, soy muy astuto y más hábil que un camaleón, llevo dos décadas en este juego y he ganado mucha experiencia'. El último plazo de Leti se vencía para el cumpleaños de él, quien, confiado en que la esposa era puro cacareo, se levantó tranquilo y dispuesto a recibir a los familiares que cada año, invitados por Leti, venían a cantarle el Feliz Cumpleaños. El ánimo se le aflojó cuando vio que su mujer no le sacó la ropa que se pondría, esperó una hora a ver si ella lo recordaba, pero nada, de manera que le tocó buscar las prendas en su gavetero, que halló vacío. Buscó en la gaveta de la ropa interior y nada; fue en la canasta de la ropa sucia donde encontró sus cosas. Supo en ese momento que Leti había cumplido su amenaza de no lavarle más. Y se llenó de la prepotencia y la bravura que lo dominaban cuando alguien quería forzarlo a dejar a Sol. Con la ropa en bolsas salió y le gritó: ‘Jódete, yo sí tengo quien me quiera y quien me lave, andas buscando que te deje por no cumplir con tus deberes'. Leti lo miró midiéndolo y le contestó: ‘Vaya, camine'.
Apenas Sol lo vio entrar con las bolsas preguntó qué traía. Cuando él le contó el percance, ella lo ubicó ‘no, mi amorcito, yo no voy a lavar pero ni una media, eso es trabajo de allá, lo de nosotros es cama nada más, pero que te cocinen allá y que te laven allá'. Ella misma sacó las bolsas con el argumento de que hedían. La acción le enredó los pensamientos a Ricardo, quien no pudo lidiar con la ira y el desencanto; la sacudió a puñetazos y le reclamó que todo lo que había en esa casa se compró con su plata. ‘Con la mía, porque tú me pagas por mis servicios', dijo Sol y aprovechó para decirle que lo dejaba. ‘No vengas más, ya no quiero nada contigo, tú eres un viejo para mí, etc.'. La noticia lo devastó y el azúcar hizo bingo con su organismo. Tuvieron que luchar a brazo partido los médicos para quitárselo a la enlutada. Del hospital regresó a su casa, donde encontró sus bolsas de ropa aún sin lavar.
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Presumida: A mí solo me toca complacerlo.
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Reglas: Cocina y ropa sucia es trabajo de la esposa.