La resentida
- lunes 19 de octubre de 2015 - 12:00 AM
A muchos se les olvida que bueno no es seguirle el coqueteo a una damita, mucho menos si no estamos interesados en ella; Adolfo era el único docente que celebraba los chistes morbosos de Brenda, quien llegó dispuesta a dejar el clan de solteras, y como Adolfo la acompañaba al quiosco y parqueaba con ella en las horas libres y en el recreo, le pareció que tenía esperanza.
La esperanza se le derrumbó en una reunión en la que se propuso un paseo de dos días. ‘No voy, jamás he faltado a dormir a mi hogar', dijo Adolfo y se oyó un runrún en la sala: ‘Le tiene miedo a la mujer, dicen que esa chola es brava, que lo tiene al tuquito, etc.'.
Al rumor siguió el silbido del borrador lanzado por Brenda y que se estrelló en la cabeza de Adolfo, quien le reclamó airado, pero aquella le salió con un tropel de insultos entre los que destacaba ‘yo no tengo nada que hablar con usted, se va muy al carajo con su chola y su culillo, yo solo trato con hombres machos de verdad que no le tienen miedo a la mujer, basura, perro, desgraciado, infeliz, cara de concreto, etc.'. Tuvo el director que acercarse a Brenda y callarla a punta de amenazas de que llamaría a la Policía. Desde ese día empezó el calvario de Adolfo, la antigua amiga se le declaró violenta y públicamente en la peor enemiga y lo dejaba en feo delante de estudiantes, colegas, acudientes y autoridades.
‘Sácale la m… la próxima vez que te diga esas barbaridades, ella tiene que saber que tú también eres jodido, no te dejes, ni tu mujer te jode así, si yo estuviera en tu lugar ya le hubiera bajado el calzón y la hubiera arrastrado por todos los caminos de El Chirriscazo y no joderías más, hasta cuándo', le decían a Adolfo los compañeros, pero este seguía aguantando el ataque, temeroso de que lo sacaran de las aulas.
‘Mi hogar es primero, tengo tres hijitos y muchas deudas', decía Adolfo, quien siempre había pregonado que se había casado hasta que la muerte lo separara. Los otros lo reprendían preguntándole por qué le había seguido el coqueteo a Brenda, y él contestaba ‘eso era puro relajo mío, nunca imaginé que a ella le patinaba la torre'.
Una tarde lluviosa desapareció su celular del mismo maletín mientras él colaboraba cuidando el recreo estudiantil. Revisaron hasta el último huequito de las mochilas de los pelaos, pero por ningún lado apareció el aparato del profe, quien salió cabreadísimo apenas sonó el timbre de salida. La cabreazón casi lo mata cuando su carro no arrancó. ‘Parece mano negra', decía mientras con violencia trataba de buscar el porqué de la falla de su carro. ‘Tú fuiste, tú me robaste el celular y tú me dañaste mi carro para que no llegue a tiempo a buscar a mi esposa, tú fuiste', le gritó a Brenda que también salía en su auto. Esta vez la mujer no lo atacó, sino que se hizo la desentendida y antes de irse les dijo a los presentes ‘se dan cuenta de que es el profesor Adolfo el que me ataca, miren que yo no le he respondido la calumnia, calladita he estado, aunque él me regaña en público como si yo fuera su mujer, tomen nota y no digan luego la profesora Brenda le decía cosas'.
Un silencio siguió a la partida de Brenda, solo Adolfo lanzaba insultos contra su auto. Así cayó la noche y uno a uno estudiantes y compañeros se fueron.
Casi al amanecer logró arrancarlo y llegó a su hogar cuando ya estaba claro. Silencio total, ni un grito le dispensaron allá, solo el índice de su mujer señalándole un reguero de bolsas negras llenas de libros, trabajos sin calificar y talonarios viejísimos. No hubo manera de que la esposa entendiera que se le había perdido el celular y que el carro se le había dañado. ‘A mí me llamaron para decirme que estabas con otra', dijo la esposa.
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Varón: Nunca falto a dormir a mi casa.
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Estrategia: Celular robado y carro dañado = traición.