‘La Minita'

Las amigas y las vecinas le preguntaban cómo hacía para vivir
  • domingo 14 de agosto de 2016 - 12:00 AM

A menudo andamos deseosos de plata, pero el domingo se dispara ese deseo y por eso nos ven parados frente a un tablero, empujando o recibiendo empujones o, lo que es peor, aguantándonos las groserías de muchas vendedoras de lotería; todo lo soportamos con la esperanza de que a nuestra pelada cartera lleguen unos dolaritos. Brenda tenía tres pelaos que mantenía solita y sin trabajar, gracias a que ella movía bien la plancha y dos veces por semana llegaba a la casa de Clodo, el único cincuentón soltero del barrio, a repasarle la ropa porque al don le gustaba presentarse impecable al trabajo. Además del planchado, ella lo atendía en otros menesteres, y él le respondía con una buena cantidad que a Brenda le permitía criar a sus hijos sin necesidad de salir a trabajar.

Las amigas y las vecinas le preguntaban cómo hacía para vivir, y Brenda contestaba: ‘Gracias a ‘La Minita', pero no les daba muchos detalles, temerosa de que alguna supiera que Clodo era su proveedor y se interesara en el don. No se le conocía marchante en el barrio, porque el viejo era jodido y siempre le advertía que el negocio se acababa en el acto si él descubría que ella se lo estaba dando a otro. ‘Es más o menos como si yo tuviera ese pozo alquilado', le decía él a menudo. No hacía mucho que Clodo le había hablado de un número especial que quería que ella le hiciera y acordaron hacerlo realidad para el décimo. ‘Te lo voy a dar todito si me lo haces como yo deseo', le aclaró Clodo y esa noche Brenda le dio un adelantito para que el vétero tuviera una idea de cómo le haría el número pedido. El don quedó casi que calvito y muy ilusionado en espera del décimo para gozar en grande. Mientras, en la casa de Brenda hubo promesas que solo se cumplen si hay chenchén de por medio. Nunca se supo si fue que Clodo habló de más en una pachanga del barrio o qué realmente pasó, pero se regó el sábado que al hombre le habían adelantado el décimo y que andaba demasiado arrechón. Por eso vieron a las dos pelaítas más lisas del lugar acechándolo cuando subió a comprar los ganadores. De la plaza regresaron con él y venían los tres hechos unas pascuas. Pronto lo supo Brenda y se despachó para allá mismo a cuidar sus intereses, ya que el don la había llamado el sábado para avisarle que ya los verdes estaban en casa y que él la esperaba el domingo a las siete para que le hiciera el numerito acordado. Desde la mañana estaba ella tomando bebidas de menta y unas infusiones de canela porque el pago que recibiría era bueno y ella quería ponerlo a lo cortito de puro gusto.

La puerta cerrada indicó que no eran figuraciones suyas, que ‘su' décimo estaba en peligro, porque sabía que esas dos pelaítas no eran cosa buena y se rumoraba que le debían tanto a ‘Violeta' por los arreglos del pelo y que este las había emplazado o se les iba al trabajo a exigirles el pago. Como conocía bien la casa de Clodo, entró por otra puerta y los halló a los tres en la sala, tirados en colchonetas. Agarrarlos desprevenidos le dio ventaja y no la perdió nunca pese a que las otras la superaban en número. La lucha de manos, uñas y dientes duró unos minutos; varios vecinos entraron llamados por Clodo y separaron a las tres mujeres que se disputaban el pito del viejo. Cuando llegaron los hijos de Clodo sí se armó la de Troya, porque el don acusó a Brenda de haberse metido a su casa a robarle el décimo y dijo que las dos pelás lo habían defendido del ataque de aquella. Le tocó a Brenda salir aculillada y acusada de ladrona, y el don se quedó con las dos chiquillas porque ‘carne fresca sabe mejor'.

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Segura: Con ese viejito no se metan, ese es mío

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Advertencia: Esa cuca está alquilada y mientras yo pague ahí no entra otro.

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