La mantenida

Fue en el momento que regresó al hogar materno cuando extrañó no haber dejado que Elmer le construyera su propio negocio.
  • sábado 20 de septiembre de 2014 - 12:00 AM

El recuerdo de ese día estaría para siempre en la mente de Eleanita. Fue un viernes, cuando Elmer la llamó para decirle que se había ganado un Gordito. ‘Quiero una estufa nueva, también quiero cambiar la refrigeradora y la lavadora y necesito ropa nueva, no tengo zapatos ni carteras ni perfumes ni ….’, decía Eleanita desbocada, pero Elmer la paró con un ‘ya, ya, pisa el freno, muérdete la lengua, por Dios, esa plata no es para nada de eso, voy a construir un anexo para que pongas un salón de belleza y te ganes tu platita, dale valor a los cien cursos que te he pagado, etc.’.

Eleanita no aceptó la propuesta y formó su berrinche de siempre. ‘Tú lo que quieres es estar de vaga, esperando que yo traiga la plata’, le dijo Elmer, y ella reaccionó con su frase favorita que le había repetido demasiado a su marido: ‘Querías m…, bueno, eso cuesta, el que quiere t… seguro sabe que tiene que mantener a la dueña, además, tú sabías que a mí no me gusta trabajar, así que ahora aguántame como soy o ve pa’lante’.

El hombre se quedó callado unos segundos y ella supo que lo había desarmado. ‘Esta técnica no me falla nunca’, pensó y le sacó la cartera al marido. ‘Deja eso’, le dijo Elmer, pero Eleanita, segura del poder de su entrepierna, puso el billete en la mesa. Y lo cambió a primera hora. Apenas abrieron un centro comercial, entró corriendo y empezó a gastar. ‘Soy millonaria por un día’, se dijo cuando llevaba dos horas de compras. Regresó a su casa al atardecer, llena de paquetes y con la cartera pelada. A duras penas había pagado la carrera del taxi.

‘Mañana me traen la estufa nueva, la vieja se la das a tu mamá o a alguna de tus tías’, le dijo a Elmer, quien no le contestó ni siquiera cuando ella le mostró las compras. ‘Hasta un par de ojos azules y dos pelucas me compré, son para la Navidad, para ir adelantando’, repitió Eleanita, y reparó en que su marido luchaba por cerrar una maleta.

‘Deja ese teatro, que ni cara de artista tienes’, le gritó Eleanita. ‘Pero bien que te mantuvo por cinco años este feo, pues entérate de que se acabó, ni un día más juntos bajo el mismo techo’, dijo Elmer y se fue mientras Eleanita seguía en su faena de abrir las bolsas de las compras. ‘Cuando se le alborote el vientre vuelve a rogar que lo reciba’, pensó ella esa noche, pero los días fueron pasando y Elmer no dio señales de volver, por lo que le tocó a ella llamarlo para negociar la reconciliación. No logró hacerlo cambiar de opinión. ‘Ya hallaré otro que me mantenga’, dijo Eleanita, pero el tiempo le demostró que su poder vaginal ya había desaparecido. Fue en el momento que regresó al hogar materno cuando extrañó no haber dejado que Elmer le construyera su propio negocio.

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