Juan ‘El Gavilán’ de las mujeres casadas

El famoso pica flor y aficionado a los gallos de pelea vivió una experiencia en Ocú que nunca olvidará
  • lunes 27 de mayo de 2024 - 12:00 AM

La tranquilidad de Ocú fue interrumpida aquel mes de abril cuando repentinamente llegó al pueblo Juan ‘El Gavilán’ Martínez, un gallero aficionado con físico de galán de telenovelas. En este distrito de la provincia de Herrera la vida transcurría a un ritmo tranquilo y pausado.

Las calles pavimentadas y las casas con portales tradicionales y con techos de tejas rojas eran testigos de historias de amor, celos y rivalidades. Pese a ser un foráneo, rápidamente Juan se ganó la confianza de los lugareños por sus habilidades con los gallos de pelea, un pasatiempo muy gustado en Ocú.

Juan, además de conocer muchas técnicas para entrenar los gallos, también se destacaba por enamorar mujeres casadas, de ahí su apodo de ‘El Gavilán’. El Gavilán era un hombre de unos cuarenta años, de porte robusto y mirada seductora. Tenía una fama bien ganada, pues sus gallos rara vez perdían. Cada domingo, en la gallera del pueblo, se apostaban grandes sumas de dinero, y Juan siempre salía victorioso, no solo en la arena de las apuestas, sino también en la de la seducción.

Las mujeres casadas del pueblo, aburridas de la rutina diaria, encontraban en él una emoción que sus maridos no les daban. Sin embargo, la fama de El Gavilán no era bien vista por todos. En especial, por don Pedro González, un hombre de carácter fuerte y temperamento explosivo, que era conocido por su trabajo duro en el campo y por su dedicación a su familia.

Don Pedro había oído rumores sobre las escapadas de su esposa, Gregoria con ‘El Gavilán’, y aunque al principio los había desestimado, pronto empezó a notar cambios en el comportamiento de su mujer.Una tarde, después de la misa dominical, Pedro decidió confrontar a Gregoria.

Con voz temblorosa y ojos llenos de lágrimas, ella confesó que había caído en los encantos de ‘El Gavilán’. Lleno de ira y decepción, Pedro juró que le daría a Juan la lección de su vida. El siguiente domingo, en la gallera, la tensión era palpable. Un número importante de ocueños se habían reunido para ver las peleas y disfrutar de la música y la comida que ofrecían en la gallera El Desquite.

‘El Gavilán’, con su gallo ‘El Campeón’, se preparaba para una nueva victoria. Pero Pedro también había llevado a su mejor gallo, ‘El Feroz’, y estaba decidido a derrotarlo.Las apuestas se hicieron y la pelea comenzó. Los gallos se enfrentaron en una batalla campal. ‘El Feroz’ demostró ser un rival implacable. La multitud rugía, y la adrenalina estaba en el aire.

Finalmente, en un giro inesperado, ‘El Feroz’ venció a ‘El Campeón’, dejando a Juan atónito y humillado. Pero la verdadera confrontación aún estaba por venir. Después de la pelea, Pedro se acercó a Juan, su mirada fija en él. Sin mediar palabras, le propinó un golpe que lo derribó al suelo.

El silencio se apoderó de la gallera ‘El Desquite’. Pedro, con voz firme, le dijo: “Esto es por mi esposa y por todas las familias que has destruido con tus juegos. No vuelvas a acercarte a Gregoria ni a ninguna otra mujer casada en este pueblo”. ‘El Gavilán’, aturdido y dolorido, se levantó lentamente.

La vergüenza lo había alcanzado. Los murmullos de la multitud eran como dagas que se clavaban en su orgullo. Comprendió que su tiempo en Ocú había terminado. Sin decir una palabra, recogió sus pertenencias y se fue del pueblo, dejando atrás una estela de historias y corazones rotos.

Con su partida, Ocú recuperó la paz. Pedro y Gregoria trabajaron en sanar su relación, y con el tiempo, su amor se fortaleció. Ocú siguió siendo un lugar donde las historias de amor y rivalidad se entrelazaban, pero la lección de ‘El Gavilán’ quedó grabada en la memoria de todos: el respeto por la familia y la lealtad eran valores que ningún seductor podía quebrantar.

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