Fiesta de gavilanes
- viernes 20 de mayo de 2011 - 12:00 AM
Reunión de gavilanes, mortandad de pollos, reza un refrán muy popular, pero en esta historia, fueron algunos jóvenes sin experiencia, quienes cayeron en manos de dos extranjeras, que llamaremos gavilanas, por tratarse de mujeres, quienes participaron en una fiesta, mejor dicho en un bacanal y durmieron a los anfitriones, a quienes les robaron dinero, prendas de oro y tarjetas de crédito, pero para acabar de joder, les dieron a probar el manjar de la diosa, pero con premios.
Los jóvenes, tres en total, salieron ese viernes en la noche de la universidad, en su carro, buscaron a dos extranjeras que ofrecían placeres a los hombres desposeídos de cariño, después de aceptar las reglas de la damas de la noche, se fueron a la residencia de uno de ellos, de Ismael, quien reside por la Urbanización Obarrio, cuyos padres están de vacaciones en Miami, compraron licor, queso, sodas negras y pizzas, para hacer lo que ellos llamarían, el viernes de colorete y con cachetes.
Las mujeres se pusieron cómodas en la sala, mientras los tres jóvenes preparaban tragos y boquitas, pero estaban los tres juntos en la cocina, planeando cómo iban a hacer y cómo se repartirían a las mujeres, porque solamente son dos y ellos eran tres, pero Ismael decidió, por ser el dueño del apartamento, que una para él y la otra, se la pasarían por turno, los otros dos.
Pero igual pensaron echarles un polvito blanco en los tragos, drogarlas y darles redoblón a las dos y después llamar a la Policía y acusarlas de que iban a robar en el edificio, pero igual pensaban las dos mujeres, al ver que había mucho lujo, dentro de la casa, entre estos objetos de oro, plata y posiblemente, dinero guardado en alguna parte.
Las dos mujeres empezaron a besar a los hombres, los desnudaron y saciaron su sed de sexo, pero Mabel, una de las colombianas, ya había preparado una sustancia de alacrán azul, pomada para dormir profundamente, que se puso en los dos senos, cuando Leo y Horacio empezaron a besárselos, ingirieron la anestesia.
Por su parte, Coralia, la otra colombiana, se encargó de Ismael, a quien puso a bajar al pozo, sin saber que igual se había untado la misma sustancia, conocida en Panamá como dormilona, por eso quedaron a disposición de revisar el apartamento de arriba a abajo, logrando sustraer prendas de oro y plata, que eran de la madre de Ismael y lo mejor fue cuando encontraron más de 10 mil dólares escondidos dentro del ropero.
Se vistieron y bajaron por las escaleras, no usaron el elevador para evadir al conserje, quien estaba dormido sobre el pupitre de la recepción, salieron sigilosamente del edificio, tomaron un taxi y se mandaron a perder.
El conserje despertó y pudo ver una prenda de oro en el piso de la entrada del edificio, por eso pensó que era un regalo del cielo, pero al subir piso por piso, para revisar los 15 que tiene el edificio, pudo ver la puerta del apartamento de la familia de Ismael, abierta, miró discretamente hacia adentro y pudo comprobar que los tres chicos estaban dormidos en el piso. Llamó a la Policía, que llegó tarde como siempre, a pesar de que los residentes están suscritos en Vecinos Vigilantes.
Los policías llevaron a los tres jóvenes a un hospital privado por la Vía España, donde fueron limpiados de la sustancia de la dormilona, que los puso a dormir el sueño de las serpientes, pero ahora falta que lleguen los padres de Ismael, quienes fueron informados de lo sucedido por una vecina, vía teléfono.
La Policía busca a las dos colombianas, que de seguro no encontrará nunca, porque jamás dan con nadie, pero lo que le espera a Ismael es la tunda que le darán sus padres, por estar buscando carne barata en la calle y dejar que las gavilanas acabaran con los pollitos.