Estilo raro
- jueves 13 de octubre de 2016 - 12:00 AM
Nadie ignora que la ingratitud es hija de la noche con el demonio, y que estos la abandonaron en cuanto nació, pero, para infortunio del mundo, la envidia y el egoísmo la recogieron y la criaron mimada y absoluta. Otros afirman que el infierno está lleno de ingratos, pero nada de eso creía Fausto cuando le quitó la mujer al tío Plinio, quien lo recogió cuando la madre lo abandonó moribundo en la orilla del camino. A nada le tuvo miedo el pariente, cuando vio que la tierra ya no producía ni frijoles, emigró con el chiquillo para la capital, donde lo acabó de criar como a un verdadero hijo. En el afán se le olvidó casarse, y así estuvo hasta que se enamoró de Delmira, una damita que conoció en un pindín y se figuró que si la guial tiraba buenos pasos así mismo sería el ritmo en la intimidad. La mujer era de corazón noble, pero de sentidos alborotados, por lo que pronto pasó de las atenciones de madre a cariñitos de amante, despertando en Fausto un apetito voraz y una idea de pertenencia que ya no pensó más que en escaparse con la esposa del tío, a quien mandaron a una gira de trabajo al interior, situación que los amantes aprovecharon, por lo que cuando Plinio regresó una semana después, hambriento de su mujercita, tuvo que pasar la dura prueba de encontrar la casa solitaria.
El dolor le quitó el habla, pero no la buscó; se dijo después que apenas pudo articular palabra dijo ‘me conduelo de mi sobrino-hijo Fausto, porque esta vida es tan cabrona que nunca se olvida de pasar factura y pobrecito de él cuando le toque, sabrá entonces que este dolor es para machos de verdad'. Los cuentos decían que Fausto vivía feliz con Delmira, quien tenía un vientre voraz, pura dinamita salía de allí y cada día tenía un nuevo placer para su marido, que se empeñó en celebrar el primer aniversario de convivencia con un rumbón. Delmira se antojó de música en vivo y Fausto la complació.
Los vecinos, que fueron en pleno a la pachanga, no dejaron de comentar sobre Delmira, que si estaba muy gorda, que se veía hombruna, que a veces se quedaba mirando a las mujeres, sobre todo a las delgadas...
Uno, de lengua más atrevida, dijo que en una tarde de pinteo, él había oído a Fausto decir que Delmira era bellacona en la cama y que siempre quería ir arriba, ‘a veces me ataca como si ella fuera el hombre, tiene un meneo tan fuerte que a veces me da qué pensar, mucha rudeza'. El lengüilargo miró a todos lados antes de agregar: ‘Yo se lo conté a mi mujer y ella dijo que esas mujeres dizque muy arrechonas a veces paran en tortilleras y que a lo mejor, en el fondo, Delmira es lesbiana y por eso usa ese estilo en la intimidad'.
Nadie le paró bola al vecino porque en ese momento entró el grupo musical y todos quedaron anhelantes. Fausto luchaba desesperadamente porque su mujer le prestara atención, pero esta solo tenía ojos para la guitarrista, gordita y cuadrada. Tuvo que darle un jalón porque Delmira se puso impertinente, solo quería tomarse fotos con la guitarrista, luego, cuando llevaba varias cervezas al hilo, se acercó a la mujer de las cuerdas y la besó en la boca. Tuvieron los otros músicos que fajarse para quitársela. Fausto no soportó el beso de su mujer y paró la fiesta. ‘Cojan su pago y lárguense', les dijo a los músicos.
Cuando todos se fueron se percató de que Delmira no estaba. Cayó en crisis emocional y esta se agravó cuando vino la hermana de Delmira a recogerle la ropa y los zapatos. La mujer paró a Fausto cuando este quiso sacarle noticias de su ex: ‘A mí no me preguntes nada, ella ahora vive con otra guial, pero eso es problema de ellas', repetía la mujer. Esa noche, en medio de la más profunda desolación, Fausto recordó al tío Plinio…