El vidente

Doña Chefita se compuso antes de tocar la puerta de Chendo. Llevaba un modestísimo atuendo
  • domingo 01 de septiembre de 2019 - 12:00 AM

Chendo, el vidente, puso un círculo sobre la fecha del calendario para indicar que aquel era un día muerto, sin obtener ganancia alguna de sus artes, ni había aparecido algún cliente tonto. Se lavó las manos en un platón cerca de la mesa donde recibía a las visitas, pero olvidó botar el agua. Especialmente después de golpearse una rodilla con un taburete que fue a caer junto a la puerta.

Doña Chefita se compuso antes de tocar la puerta de Chendo. Llevaba un modestísimo atuendo, pero era lo mejor que tenía. Doña Chefita era pobre de solemnidad, aún así, siempre había algún billetito guardado para algún remedio recetado por cualquier ‘doctor espiritual' del café, de las cartas, alguno como… Chendo.

Buenas, he venido porque …

Yo sé por qué ha venido.

Eh…, ¿lo sabe?

Chendo la observaba con detalle. Chefita era entradita en años... aquellas prendas falsas, aquellas manos maltratadas.

Usted viene porque anda en apuros económicos. Lo económico y el duro trabajo casero la están reventando.

Chendo había puesto la baraja sobre la mesa y ella había partido. La faena comenzaba.

Sin embargo, su suerte va a cambiar.

¿Sí? Chefita abrió los ojos como platos. –Para mejor, supongo.

Para mejor. Hay otra cosa que usted no sabe. ¿Ve ese calendario en la pared? Como puede observar, está señalado el día de hoy. Y eso significa que es un día especial, día lleno de bendición y fortuna.

Oh –exclamó Chefita, notando la presencia del platón de agua-. ¿Y ese platón de agua qué quiere decir?

Verá. Hoy he pedido a las supremas energías que atrajeran aquí a alguna persona bendecida. Para eso era el platón con agua. Y como mosca al bizcocho, er… digo, como luciérnaga en busca de su luz llegó usted, muy bien aspectada.

Qué bueno.

Oiga el taburete junto a la puerta está volteado, ¿por qué?

Ah, eso es para alejar las malas vibraciones. Por cierto, ya me debe usted 15 dólares.

Perdone por mezclar el dinero con lo profesional, pero no quiero sorprenderla al final.

¿Y por qué 15? Eso no lo sabía.

Yo no le dije que saldría de aquí más inteligente o con dotes de adivina. La sola visita para la lectura cuesta cinco, pero alejar las malas vibras otros cinco. Este té especial que se va a tomar son otros cinco. Es para mantener la fuerza de las buenas vibras en usted. Aún así eso durará solo un tiempo, después debe volver.

Chefita salió de la consulta bastante más pobre, si cabe, pero eso sí, contenta y llena de enormes promesas de éxito, siempre y cuando ella no pusiera ‘obstáculos a su fortuna'. Cuando las cosas le salían bien, era gracias a Chendo y sus consejos, y le mandaba un billetito. Si salían mal era porque ella había interpuesto un obstáculo, una fuerza negativa seguramente. Si no se cumplían era porque había que aguardar.

Un día Chefita fue a ver a Chendo y se encontró una manifestación. ¿Habrá problemas en el edificio?, pensó y preguntó.

No –le contestaron-. Están piqueteando a Chendo todos esos ‘infelices' que confiaron en sus augurios de buena suerte y se vieron frustrados. De repente, Chefita se supo ‘infeliz'. Chendo salió de su casa escoltado por dos policías. ‘Charlatán, embustero, embaucador', le gritaba el respetable público.

‘Señores', clamó Chendo. ‘Se los dije y se los vuelvo a repetir. Ustedes interpusieron obstáculos entre sus personas y la buena suerte. Por eso están como están'. Chefita contestó: ‘Vamos a ver cómo estás tú después que te atice mi tacón sin que ningún obstáculo se le interponga'. Le abrieron paso los vecinos y algunos taconazos sonaron sobre la mollera del vidente. Y hubo quienes se preguntaron si los clientes no merecían algo también. ¿La devolución del dinero? No. Otros taconazos.

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