El ojo clínico

AElba solo dos cosas le quitaban el sueño: los hombres morenos y ser la primera en divulgar las cocoas del barrio. Disfrutó cuando dijo:...
  • miércoles 19 de febrero de 2014 - 12:00 AM

AElba solo dos cosas le quitaban el sueño: los hombres morenos y ser la primera en divulgar las cocoas del barrio. Disfrutó cuando dijo: ‘Esa pelá metió la pata, mírale las caderas’. Las mujeres que con ella estaban solo la miraron. Y conforme escupía el bochinche miraba de reojo a la inocente Chanita, cuya cintura y venas de las piernas se habían engrosado de la noche a la mañana, y sus senos, antaño altaneros y erguidos, se habían caído empujados por la nueva vida que en su vientre se formaba. ‘Yo tengo un ojo clínico para las preñadas’, añadió con orgullo. ‘Esa ta preñá’, repitió Elba en la parada, cuando vio pasar a la muchacha. Y añadió para que oyeran todos los presentes: ‘Y de seguro que el responsable de esa barriga es de aquí mismo, porque esa santurrona no va a fiestas. Esa ta preñá’, comentó más tarde en el minisúper. ‘El papá del pelao tiene que ser de por aquí’, repetía con maldad. ‘Cuidado con una vaina y es alguno de tus sobrinos’, le dijo una. ‘Cuidado y es el marido de alguna de ustedes’, contestó otra. ‘El mío no porque ya está viejo y polvo viejo no huele’, respondió furiosa Elba. ‘Además, mi marido es muy recto en sus cosas’, añadió y se fue disgustada por el comentario. Llegó a su casa y se metió al baño: ‘Ven, viejo, vamos a restregarnos, ven que el agua reanima’, le decía tratando de sacar una voz sensual, pero el hombre no aceptó. ‘Ya no estamos para esas cosas, además, para qué ilusionarte si este ya no reacciona ni aunque le pongan mil cucas enfrente’, le contestó él, lo que tranquilizó a Elba, a quien las amigas habían logrado sembrarle la duda. ‘¿Seguro, viejo, que ya no sube?’. ‘Seguro, segurisísimo, mujer, no insistas’, respondió y siguió echado en la hamaca. Iba a decirle algo más, pero se calló porque alguien saludó: Buenas tardes. Era don Chano, el papá de Chanita, quien entró y le movió la hamaca con tanta violencia que casi tumba al morenazo extumbahembras. ‘Yo no la invité, ella me convidó a entrar cuando ustedes andaban comprando el carro nuevo’, gritaba tembloroso el marido de Elba. Pero el papá ofendido había perdido la capacidad de escuchar y solo atinaba a tirarle trompadas que el otro ni siquiera desquitaba, aterrado por la mirada de su mujer, que minutos después se desmayó, lo que provocó que el otro no le pegara más. Enseguida, la casa se llenó de vecinas afanadas en saber qué pasaba. Casi al mismo tiempo llegaron varios policías y seguido el personal de auxilio y en una ambulancia en la que se llevaron a Elba, y al patrulla subieron a los dos peleadores. Nadie supo cómo se filtró la información, pero antes de media hora ya el vecindario sabía que Elba había sufrido un infarto tras saber que su marido era el responsable del embarazo de Chanita. A su regreso del hospital, sin habla y en silla de ruedas, se dio el gusto de recogerle la ropa al marido, echarlo junto a su perro y hacerlo prometer que firmaría el divorcio.

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